La semana pasada todos los medios de comunicación se hicieron eco de los errores ortográficos cometidos por un jurado popular en la redacción del veredicto de un juicio muy mediático. La verdad es que las faltas eran imperdonables: "el jurado a deliberado", "faborable", "tubiera", etc.
Los periodistas aseguraban que este jurado no aprobaría ni un examen de Educación General Obligatoria (ESO). Me temo, muy a mi pesar, que sí lo aprobarían. La gran mayoría de los profesionales que pertenecemos al sector del marketing tenemos carrera y hasta postgrado o doctorado, pero las faltas ortográficas están a la orden del día en artículos, ponencias, anuncios e informes.
Resulta curioso que ahora que tenemos a nuestro alcance todo tipo herramientas tecnológicas que nos facilitan tener una redacción impecable cometamos más errores que nuestros antepasados que apenas terminaron la Educación General Básica (EGB). Hoy en día es muy fácil consultar una duda en la web de la Real Academia Española (RAE), en un buscador como Google o en una enciclopedia como Wikipedia.
He llegado a ver "profesionales" que escriben todo en mayúsculas para no poner acentos y otros que justifican su ausencia por incompatibilidad con Apple (estoy escribiendo desde un iPad. Puedo poner acentos y un eficiente corrector me hace sugerencias de manera automática). Y la cosa va “in crescendo”; las redes sociales y los dispositivos móviles están multiplicando exponencialmente este problema. Los usuarios escriben sin reflexionar sobre lo que quieren expresar, ansiosos por compartir comentarios con su círculo de amigos, influenciados por la inmediatez de la noticia o por el afán de ser el más rápido.
Debemos cuidar nuestra ortografía pero también tenemos que dominar el diccionario de marketing básico para evitar escribir mal los anglicismos tan comunes en nuestra profesión. Errores como "brifing" "benchmarkink" o "Appel" son más habituales de lo que nos pensamos.
Si se supone que los profesionales somos reflexivos, curiosos, formados, meticulosos y acabamos escribiendo mal, los errores en el veredicto del jurado anteriormente citado no hacen más que evidenciar un realidad extendida en toda la sociedad y amplificada gracias a las nuevas formas de comunicación.
Faltas podemos cometer todos, pero detengámonos un momento para interiorizar lo que escribimos. Seamos humildes y críticos con nosotros mismos. Respetar nuestra lengua es cosa de todos.