
Es curioso lo fácilmente que se pierde el rumbo al obsesionarse con cuestiones secundarias o accesorias, al preocuparse más por la forma que por el fondo, por el canal que por el mensaje. Voy a ponerte un ejemplo.
La pasada semana estuve comiendo con dos amigos y antiguos compañeros en una de las últimas empresas en las que trabajé como "cuentajenado". Su situación, como la de tantos otros, es un poco esquizofrénica. Por un lado dan gracias a Dios por tener trabajo en una buena empresa pero por otra se sienten quemados, en la cuerda floja y con la sensación de que ya está todo el pescado vendido.
Cuando amigos como estos me preguntan como me va y les explico lo que hago, siempre me dicen en primer lugar que ellos no tendrían el valor de montárselo por su cuenta e inmediatamente después me explican que no sabrían como ganarse la vida fuera de la empresa. Es como si les hubiesen castrado profesionalmente, como si se hubiesen vuelto dependientes de su "amo" sin rostro, es una especie de esclavitud del siglo XXI.
Pues bien, en estos dos planteamientos reside el fallo de la inmensa mayoría de los profesionales que se plantean el diseño de su propia Estrategia Personal. Por un lado me dicen que tienen problemas con la Actitud, las Creencias o el Coraje y por otro tratan de convencerme de que carecen de Oferta, Producto o Propuesta de Valor. Y si esas dos premisas fallan, entonces olvídate de todo lo demás.
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