No hay nadie perfecto, amor, todos nos equivocamos; el amor es imperfecto, lo perfecto es inhumano...

Así dice el estribillo de una balada pop muy popular hace unos años (está en Youtube). Y su sencilla letra (más allá de considerarla buena o mala, al igual que la canción misma), dice una gran verdad: lo perfecto no es humano.

No hay personas, grupos ni organizaciones perfectas. Por ende, no hay marcas personales, grupales ni organizacionales perfectas; pero tal como pueden mejorar sus portadores, las marcas pueden ser mejoradas de forma continua y elevar su impacto y resultados, mientras más coherente sea su promesa con su realidad. Es algo que constato y procuro aprender e incorporar cada día en el camino, de diversas formas; pero sobre todo, contrastando lo que se comunica como marca con lo que realmente se ofrece como bienes o servicios, y lo que se agrega como valor en el proceso. Y esto es especialmente importante en el personal branding: que nuestra marca personal sólo refleje y prometa lo que realmente seamos capaces de ser, hacer, y cumplir.

Hace algún tiempo un candidato a cierta posición solicitó mi asesoría estratégica y en comunicación, y me ofreció unos suculentos honorarios suplementarios, inclusive muy por encima de mi oferta, si "lo ponía a ganar". Que si yo esto, que si tú aquello, que si a mí me han dicho, etc., etc... Hice diversos esfuerzos y demostraciones (con algo de discreto storytelling incluido) intentando convencerlo de su error; le proporcioné algunos materiales básicos de lectura para que los estudiara, los debatiéramos y poder llevarlo a la mejor comprensión de nuestros respectivos roles, así como sobre la necesaria razonabilidad y el alcance inevitablemente limitado de las expectativas; y tuvimos un par de citas más con ese objetivo. Pero el hombre no entendía. Lo suyo era ganar, y que yo (asesor al fin, claro) "lo pusiera a ganar". Al darme cuenta cabal de la situación y los riesgos asociados, renuncié a ese cliente. No se puede trabajar con alguien que espera de ti más de lo que humana y/o profesionalmente puedes darle. Y en la despedida, que fue muy cordial, le sugerí tener cuidado al contratar a cualquier profesional que para obtener el contrato le garantizara una victoria gracias a su labor como asesor, porque eso es literalmente imposible, y le ofrecí mis razones. Por cierto: hoy nos llevamos muy bien, aunque nunca trabajamos juntos, y ganó la posición sin recibir ninguna asesoría. Posiblemente, no le hacía verdadera falta; pero ese es otro asunto.

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