Por Redacción - 6 Septiembre 2016
Cuando se habla de ropa, se suele pensar en algo frívolo. La moda se asocia a frivolidad, a lo irrelevante, pero lo cierto es que el cómo se viste la gente es mucho más importante de lo que pueda parecer. Los cambios en la moda a lo largo de los siglos dicen mucho sobre la evolución de la sociedad y los cambios en la misma. Los largos de las faldas femeninas, por ejemplo, cuentan muchísimo sobre la evolución de los derechos de la mujer y el tipo de vestido sobre el peso que las mujeres tenían en el mercado laboral.
Pero, más allá de la historia, la ropa sigue diciendo mucho sobre muchas cosas. Inconscientemente asociamos valores concretos a la ropa y al cómo se visten las personas, lo que hace que, nos guste o no, las elecciones de vestuario tengan un impacto directo en lo que se transmite y en lo que uno está diciendo al mundo. La ropa es una especie de proclamación de intenciones y, por tanto, es un elemento muy importante e influyente a la hora de establecer los pilares de la marca personal.
De hecho, el cómo vestirse es un elemento recurrente en los artículos de consejos sobre cómo buscar trabajo y presentarse a una entrevista laboral. Las recomendaciones suelen ser las de vestirse para el trabajo. Es decir, tener en cuenta que tipo de posición laboral se espera cumplir y la imagen que se espera transmitir. Al fin y al cabo, no es lo mismo un trabajo en una hiper moderna firma de internet con estética hípster que uno en la banca de inversión. La ropa para cada una de las entrevistas tiene que ser completamente diferente, nos recuerdan.
¿Es realmente tan importante? ¿Estamos lastrando el currículo yendo a la entrevista de trabajo en vaqueros cuando el entrevistador se esperaba que fuésemos de traje o a la inversa?
Un reciente estudio de una experta de la Royal Holloway demostró el poder que tenían las elecciones de vestuario en la contratación en la industria bancaria británica (y como por ello, por otra parte, la industria se había convertido en un coto cerrado sin mucha diversidad en lo que a los orígenes de sus empleados se refiere). La industria carece de diversidad y peca de un exceso de trabajadores con orígenes privilegiados porque premian el haber estudiado en ciertas universidades frente a otras pero, además, por ciertos elementos que podrían pasar desapercibidos a primera vista, como las cuestiones de moda.
Una de las conclusiones del estudio fue que los candidatos que vestían zapatos marrones con sus trajes tenían menos posibilidades de ser contratados, ya que inconscientemente los entrevistadores daban por hecho que no comprendían el sistema bancario británico. Si su aspecto no encajaba con lo que esperaba de un trabajador de la banca, los candidatos partían con desventaja (y, paralelamente, los datos recabados apuntaban a que quienes no habían nacido en un entorno privilegiado solían usar "trajes demasiado grandes", "no saben que corbata llevar" y no se cortaban el pelo a lo empleado de banca).
Más allá de la injusticia que estos datos pueden reportar, las conclusiones demuestran, una vez más, que al cerebro humano le cuesta ver más allá del empaquetado y que, por tanto, asocia ciertos valores y ciertas ideas a según cómo algo se presenta. Ocurre igual que ocurre con el packaging de los productos: Juzgamos al libro por su portada.
Claro que también hay quienes usan la ropa como una manera de separarse de los demás y que han construido su marca personal sobre ello, como ciertos productos con ciertos packagins están haciendo una declaración de intenciones. Lograrlo no es fácil y no vale con usar cierta ropa para crear marca personal concreta. Se podría decir que ciertos personajes con una marca personal muy fuerte han logrado hacer que la ropa se convierta en una de las armas de esa estrategia.
Los superhéroes son un ejemplo muy claro de esta idea. Todo el mundo los identifica rápidamente e identifica claramente cómo van vestidos. Su ropa es una parte más de su marca personal y una especie de presentación de sus valores. La capa, por ejemplo, ya es la primera pista de que son diferentes, pero los demás elementos de su vestuario dicen muchas más cosas que separan de los demás.
No solo los superhéroes usan un vestuario que los diferencia de los demás al tiempo que los uniformiza para ser siempre reconocibles. Papa Noël también lleva siempre el mismo uniforme, que hace que sepamos quién es y qué significa, y unos cuantos gurús - visionarios tech hacen lo mismo. Mark Zuckerberg, el CEO de Facebook, se viste siempre igual, algo que ya hacía el responsable de Apple (y creador posiblemente de la idea de que genio loco visionario de la tecnología es igual a vestuario de serie), Steve Jobs, antes.
Jobs tuvo la idea del uniforme viendo a los trabajadores uniformados de Sony, como explica en su biografía Walter Isaacson, y jugó con la idea de hacer algo así. Al final, ganó la idea de hacerse un uniforme para él mismo por comodidad diaria y para crear un estilo personal. Así fue como se hizo con un centenar de jerseys de cuello vuelto que llevaba siempre y así fue como creó la imagen del genio techie, siempre vestido de forma uniformada.
Por ello, ha calado en cierto modo en la cultura popular la idea de que los genios de la innovación van siempre vestidos igual, como antes había calado la idea del genio loco despeinado. La ropa se ha convertido en una parte más de lo que se espera de ellos, al igual que se ha integrado en la profesión. No solo pasa con ellos, sino que en realidad es algo completamente transversal. Para ciertas posiciones, hay un vestuario que se da por descontado.
De hecho, no hay más que pensar en todos los bares y restaurantes de aires retro que han empezado a aparecer en las ciudades y en cómo se visten sus camareros. El mandil blanco a la cintura empieza a ser recurrente, ya que lo asociamos a la idea del bar de toda la vida.