La publicidad en vídeo es la gran tendencia de moda en internet. Tiene una clara explicación. Los vídeos online aumentan la conversión y hacen que los leads sean más baratos y además los consumidores están como locos por los vídeos. Son fans entregados de YouTube y de sus estrellas y consumen cada vez más esos contenidos en más dispositivos. En solo dos años el consumo de vídeos en dispositivos móviles ha aumentado un 400%, que es una cifra más que destacable.
Las marcas han encontrado, por tanto, su próximo filón. Pero aunque los consumidores quieren ver vídeos no están dispuestos a todo para ellos. Los medios online parecen haberlo olvidado y están empezando a llenar sus páginas con prácticas cada vez más molestas. Las prácticas más enervantes en publicidad en vídeo online van desde la acumulación de anuncios previos para vídeos de escasa duración hasta los vídeos ocultos en el texto (e inevitables) pasando por el obvio y molesto autoplay.
Sin embargo, y aunque los medios de comunicación online se han entregado a ello, las empresas no deben seguir esas técnicas a la hora de afrontar su estrategia de comunicación online. Se puede usar el vídeo para hablar de la marca y se pueden conseguir estupendos resultados, pero hay que hacerlo con cierta inteligencia y estrategia. Kiip, especializada en publicidad en vídeo, recomienda encontrar los mejores momentos y ofrecer el contenido más adecuado como líneas básicas entre las que tiene que girar el vídeo online corporativo, aunque no son las únicas cuestiones que tiene que tener una marca.
Los vídeos no deben ser intrusivos
Nada es más molesto que una interrupción y si eso lo sabemos y lo hemos comprobado en otros campos ¿por qué se olvida a la hora de hacer publicidad online? Una de las principales quejas que los consumidores tienen de los vídeos online con los que las marcas intentan convencerlos es justamente eso: llegan cuando más molestan. Prácticamente todas las prácticas que los medios de comunicación están realizando para vender anuncios en vídeo merecen su entrada en el purgatorio de la publicidad justamente por ello.
Desde Kiip recuerdan que nunca debe interrumpirse la experiencia de usuario con un vídeo y recomiendan enfocarlo de otra manera. Ver el vídeo puede ser parte de la experiencia o puede hacerse algo atractivo añadiendo una recompensa, apuntan. Eliminando la obligación de verlo, además, las marcas conseguirán llegar realmente a quienes le interesa y no a los sufridos consumidores que no encontraron manera de evitarlo, recuerdan.
Los vídeos deben ser targeteados de forma superior
Y si no hay nada que moleste más que la publicidad en vídeo, ¿por qué debería una marca lanzarla de forma masiva? A la hora de hacer llegar a un consumidor un anuncio en vídeo, en Kiip abogan por no solo segmentar por criterios demográficos sino también apostar por la relevancia. El usuario debería ver solo el anuncio que quiere ver y en el que está interesado.
No es una propuesta tan descabellada. Los anunciantes llevan décadas haciéndolo en televisión y, si no es lo mismo el anuncio que se ve en horario infantil que en el prime time nocturno, tampoco debería ser lo mismo el anuncio en vídeo que se ve en internet. Segmentar por intereses es además mucho más sencillo en internet que en la televisión, ya que las compañías online cuentan con muchas más capas de información sobre sus consumidores que los medios tradicionales.
Los vídeos deben apelar a las emociones
Los vídeos son una manera de mostrar la parte más humana de las marcas y de convertirlas en algo más cercano a los consumidores, alertan en Kiip, por lo que estos contenidos deben demostrar de forma mucho más clara que entienden la parte emocional de la red. Deben mostrar emociones y crear emociones.
La parte emocional es muy importante en internet y lo es sobre todo a la hora de conseguir que los internautas acepten o amen los contenidos. Las emociones son las que hacen que los consumidores reaccionen ante los contenidos que se les ofrecen y esperan sentirse identificados y movidos a la acción por ellos. La carga emocional y sobre todo la carga de emociones positivas es, de hecho, la que explica que algunas cosas se conviertan en virales.