
Por Redacción - 10 Noviembre 2014
La primera vez que se visita el parqué de una bolsa, el visitante siente cierta decepción. A pesar de lo que ha visto habitualmente en la películas, a pesar de toda la literatura sobre cómo funciona el mercado de valores, allí no hay nadie comprando o vendiendo con pasión. No hay subastas emocionadas ni brokers desesperados por cerrar intercambios. El espacio (si se va a la bolsa de Madrid, por ejemplo, es un lugar de maderas nobles y aires señoriales) está silencioso y tranquilo, con pantallas en las que se puede ver cómo están cambiando las cotizaciones de los valores. Si alguien quiere vivir la emoción de una subasta, en realidad debería ir a una lonja y asistir al momento en el que se vende la materia prima que han traído los pescadores.
Las compras y ventas de valores están completamente digitalizadas. Todo se juega en la red y la diferencia hoy en día entre hacer mejores y peores jugadas está, como explica en Flash Boys Michael Lewis, en elementos tan sorprendentes como puede ser el hecho de estar más o menos cerca del nodo principal de una ruta de fibra óptica o de lo rápida que sea la red que una al agente bursátil con los servidores de la bolsa (de hecho, uno de los protagonistas de su historia es el emprendedor que desplegó una red de fibra óptica privada uniendo mercados).
Y no solo eso: las compras y ventas de acciones ya no son solo una cuestión de lo que dicen los analistas, los mercados que presentan mejores perspectivas o los planes de crecimiento que dan más confianza a los inversores. Ahora entran en juego los algoritmos y fórmulas alejadas de todos esos criterios que hacen que el mundo vaya más deprisa, mucho más deprisa, de hecho. Las compras se hacen con las conocidas como herramientas de alta frecuencia (las mismas que causaron el Flash Crash en 2010 y que son uno de los riesgos del big data), que mueven cantidades de acciones rápidamente y que toman decisiones de compra y venta en milisegundos. Los riesgos son elevados, por supuesto, en operaciones como estas. Pero las ganancias son fabulosas, principescas.
Las compras de alta frecuencia empezaron en la bolsa, pero no se han quedado ahí. Muchos otros servicios funcionan bajo sistemas de puja (que es lo que ocurre en la bolsa) y por tanto muchos otros mercados pueden importar el modelo. Y uno, silenciosamente, ya lo está haciendo: el mundo de la publicidad online funciona también ya bajo el modelo de la alta frecuencia.
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