"En la vida de todo hombre hay siempre un instante decisivo y, probablemente, en ese instante se escribe su futuro. A menudo ese instante es una ínfima fracción de tiempo que incluso deja margen para la meditación, el análisis detenido de la situación y la medida decisión final, elaborada por una mente clara u ofuscada. Y lo que venga después será fruto de esa decisión" (J.A. Silva)
¿Cuántas veces hemos podido plantearnos esta reflexión a lo largo de nuestras vidas?. El momento en el que decidimos cambiar de rumbo, optar por una alternativa frente a varias, dar el paso preciso, o el arriesgado? son puntos críticos en los que el destino toma posesión de nuestros días, y no tendremos una segunda oportunidad para comprobar lo que hubiera sucedido de haber tomado un camino diferente.
En la mitología griega, el momento justo está representado por Kairos, hijo de Chronos, también identificado como el intervalo en el que se presenta la oportunidad, justo cuando el tiempo se detiene y la eternidad se concentra en un lapso insignificante. En este período, nuestra capacidad de asombro puede poseernos o abandonarnos pero, sin duda, aunque sea mínima, la emoción nos precede y nos impulsa.
Observo algunas de las reproducciones que me rodean de fotografías de Salgado, Korda, Zappa o Doisneau y no me queda más remedio que recuperar el ensayo que escribiera H. Cartier-Bresson titulado, precisamente, "El instante decisivo". Y recordar la frase que más me ha influido como aficionado a la fotografía: "El aparato fotográfico es para mí un cuaderno de croquis, el instrumento de la intuición y de la espontaneidad, el maestro del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide al mismo tiempo. Para significar el mundo, es preciso sentirse implicado con lo que se recorta a través del visor. Esta actitud exige concentración, sensibilidad, un sentido de la geometría. Es a través de una economía de medios y sobre todo del olvido de uno mismo como se llega a la simplicidad de la expresión".
Para entender este planteamiento es necesario haberse familiarizado con aquellas cámaras que ya forman parte de los museos de la fotografía. Máquinas que exigían casi una simbiosis entre el observador y lo observado para aprovechar al máximo el material y no desperdiciar instantáneas transformándolas en papeles relegados. Y técnicas que requerían fundamentalmente grandes dosis de paciencia para encontrar el encuadre, esperar la intensidad y el tono de luz adecuados, perseguir la escena pretendida,? imaginar el resultado final. En palabras de Cartier-Bresson, querer ser el protagonista en el instante preciso en el que "se alinean la cabeza, el ojo y corazón".
Por desgracia, las nuevas tecnologías han provocado que, en este terreno, ese instante mágico haya muerto. La proliferación de los sistemas digitales, la democratización y universalización de los dispositivos y la inmediatez del resultado y del acto de compartirlo, conllevan la desaparición de la capacidad de anticiparse al suceso exacto que se quiere inmortalizar y, por tanto, de la concentración necesaria para conseguirlo.
La capacidad casi ilimitada de los sistemas digitales ha sacrificado la magia del instante decisivo, pues éste ha pasado a ser un elemento seleccionado a conciencia entre cientos o miles de imágenes consecutivas.
Les traigo esto a colación porque también la tecnología es la que ha favorecido la interconexión entre usuarios de todo el mundo y la inmediatez de la comunicación. Hecho que ha promovido el surgimiento de una habilidad, más que de una estrategia, para crear contenidos relevantes aprovechando eventos importantes que generen gran notoriedad y viralidad en diversos medios. Es lo que se ha venido a llamar Real Time Marketing (RTM).
Ejemplos de esta técnica fueron los que marcas como Duracell, Calvin Klein, Oreo y Audi protagonizaron durante el famoso apagón producido en la Super Bowl 2013. Para lograrlo, los equipos creativos de estas empresas debieron estar en alerta permanente, escudriñando posibles eventualidades para lanzar mensajes ingeniosos que inspiraran el agrado del público. Pero también tuvieron que ser rápidos y coherentes con su discurso corporativo.
Ello no es fácil de conseguir sin una serie de protocolos de actuación y el uso de herramientas como el microblogging, que permiten lanzar mensajes que establecen conversaciones inmediatas. Pero también debe haber una planificación previa que permita la predicción o el aprovechamiento del instante decisivo en el que intervenir, arriesgando poder anticiparse o retrasarse y perder una oportunidad.
En cualquier caso, si los profesionales de las técnicas de RTM tuvieran, al igual que los fotógrafos y en palabras de A. Korda, conciencia de la importancia de ese instante, contaríamos con muchas más imágenes de momentos definitorios de la historia de las que tenemos. O dicho de otra forma: esas acciones, en lugar de ser campañas originales y puntuales que ilustran un suceso concreto, serían fórmulas para crear estilos de comunicación a imitar o, cuando menos, a respetar.