Por Redacción - 3 Mayo 2018
Se ha convertido en un meme por él mismo y en uno que se aplica para muchas cosas. Ha aparecido en fotos de jornadas de peso político, para reírse de algunas noticias… La clave está en poner dos fotos. Una es la de cuando lo pides en Aliexpress y el otro es el de cuando te llega. Una es la foto de las grandes expectativas y del acabado de nivel superior y otra es la triste realidad, que suele perder mucho en comparación con lo que se había pensado que se estaba comprando.
El meme tiene, por supuesto, una base en la realidad y si la comparativa ha entrado en la cultura popular es porque la experiencia de compra en la tienda online china ha estado marcada para muchos internautas por lo que el meme describe.
Y lo que el meme describe es también un problema recurrente no solo en esa tienda online, sino mucho más general en el ecommerce y en la presentación de los productos. El problema Aliexpress es, de hecho, uno de los problemas tradicionales de packaging de productos.
Es lo que hace que uno se acabe sintiendo decepcionado cuando abre una bolsa de patatas fritas y se encuentra con que en realidad lo que ha comprado es más bien un par de patatas y luego básicamente aire. O es lo que ocurre cuando se compra una caja de galletas de aspecto apetitoso y que parece que traerán un montón pero que se convierte en un fiasco cuando, al abrirla, se descubre que la mayor parte de lo que nos espera al otro lado es caja.
En Estados Unidos, varias han sido ya las causas judiciales que se han abierto contra diferentes marcas y empresas por presentar sus productos en empaquetados mucho más grandes de lo que debería parecer o que hacían pensar que se iba a recibir más producto del que luego se recibía.
En ocasiones, los cambios en el packaging y hasta en la fórmula de los productos vienen marcados por los cambios en los costes. Una subida en el precio del cacahuete, por ejemplo, hizo que los fabricantes de crema de cacahuete cambiasen sus botes para que todo pareciese igual pero no lo fuese tanto. El bote tenía, en la parte inferior, un abombamiento, lo que hacía que en realidad la cantidad de producto fuese menor.
Y, aunque en general ese aire del que nos quejamos los consumidores tiene a veces su razón de ser (puede servir para proteger el producto o sus condiciones, como ocurre de entrada con las patatas fritas pensando en el transporte y en el que se mantengan frescas más tiempo), la percepción que se tiene no es exactamente esa.
De hecho, el tamaño de las bolsas de patatas viene muchas veces marcado por lo que percibiremos. Los consumidores no piensan en el peso neto del producto (el que dice las patatas reales que incluye) sino más bien en lo que la bolsa aparenta. Si la bolsa parece grande, el cerebro pensará de forma subconsciente que es mayor de lo que es y comprará esas patatas.
Pero por mucha explicación que pueda existir para justificar las razones que entre la disparidad entre lo que el packaging promete y lo que el producto es en realidad, las marcas y las empresas deberían esforzarse por encontrar un equilibrio mejor entre una cosa y otra. Porque, al fin y al cabo, el consumidor no pensará en cómo de forma racional se explica todo eso sino que simplemente sentirá que lo han timado, que lo que la marca le ha prometido no es lo que le ha dado. Eso creará una sensación de injusticia y dañará la relación con la marca.
Además, muchas veces el problema no está tanto en este tipo de acciones sino más bien en lo que las fotos - algo que sí se puede cambiar para hacer más realista o que se puede cambiar por otro elemento cuando no hay mejora posible - ofrecen y lo que el producto es.
El ejemplo de las galletas sigue siendo un muy buen ejemplo. ¿Quién no ha comprado alguna vez unas galletas que en la foto del paquete parecían las más apetitosas del mundo pero que, una vez abierto el paquete, parecían sugerir directamente que iban a saber a serrín? La foto llama a engaño y el producto acaba siendo visto con una cierta sensación de timo.