Por Redacción - 24 Septiembre 2018
La preocupación por el plástico y los residuos es cada vez mayor en la sociedad. La aprobación de nuevas normativas así lo demuestra: el caso de las bolsas de plástico, la norma que prohíbe entregar bolsas gratis y que se ha convertido en un rompedero de cabeza sobre todo para las pymes y los pequeños vendedores, es uno de los elementos más recientes.
No es el único. El hecho de que de que las noticias hayan hecho cada vez más y más visibles los efectos del uso y abuso del plástico en el medioambiente y la creciente conciencia medioambiental de los propios consumidores (así como el peso de las críticas contra las compañías que abusan del plástico) están haciendo que el plástico se convierta en un elemento destacado en lo que las marcas hacen y dicen y, sobre todo, en el modo en el que afrontan su packaging.
El reto ahora parece el de usar el menos plástico posible y conseguir así tener un buen dato que compartir con los consumidores. El ejemplo más claro - y el que más cobertura mediática tuvo en los últimos meses - es el de las pajitas de plástico, que han pasado de ser un elemento ubicuo que sobre todo las cadenas de comida rápida entregaban sin grandes problemas a convertirse en el último elemento en ser demonizado.
Las pajitas de plástico han cruzado la frontera entre lo inocuo a lo nada recomendable y a convertirse en un problema de imagen para las empresas. A lo largo del verano, varias grandes marcas y empresas han ido anunciando su progresivo abandono del uso de las pajitas. Disney no las tendrá en sus parques a partir de 2019, Starbucks lo hará en 2020 y también lo harán las cadenas de hoteles Meliá o Hilton. Y, quizás el signo más importante, la Comisión Europea ya lo ha puesto entre sus objetivos.
Abandonar el plástico o algunos de sus elementos más visibles - y más criticados por su impacto en el entorno - se convierte en casi una excusa para lograr cobertura en medios. Es posible que el rediseño del pack de cervezas de Carlsberg no se hubiese convertido en una noticia si no fuese porque la compañía ha reducido y abandonado el plástico eliminando los anillos de plástico que mantienen unido el conjunto. Las latas están ahora unidas por un adhesivo desarrollado a medida para evitar el plástico.
Pero además no es una cuestión solo de que lo que los consumidores empiecen a ver al plástico como a una especie de enemigo o de elemento a evitar, sino que además esperan que las empresas actúen en ese terreno y que cambien cómo hacen las cosas.
Una investigación de Veolia acaba de señalar que los consumidores creen que cuando las empresas usan plástico en el packaging tienen que hacerlo con plástico reciclado. Un 93% señaló que cree que las botellas de plástico deben contener plástico reciclado y un 55% que la mayoría de la botella debería ser de material reciclado. Y no solo eso: están dispuestos a pagar más por ello.
En realidad, solo un 15% de las botellas están hechas con plástico reciclado. Los datos de reciclado de la Unión Europea también muestran que lo reciclado y recuperado está aún lejos de equivaler a lo que se produce en basura.