
Por Redacción - 14 Octubre 2020
A principios de año, si había una cuestión clara cuando se hablaba de packaging y cuando se analizaba cómo este debía cambiar para seguir llegando al consumidor, era la de que el plástico era, prácticamente, el demonio. El plástico se había convertido en el enemigo público número uno, ya que su impacto en el medioambiente y lo difícil que era la degradación de los envases hechos con este material (que no siempre se podía reciclar) hacían que la huella de carbono del consumo fuese muy elevada.
Justo antes del estallido de la crisis del coronavirus, se podían detectar dos grandes retos en packaging que marcaban poderosamente la agenda. Los dos tenían mucho que ver con esta creciente sensibilidad verde de los consumidores. Uno era el de que el packaging debía ir un paso por delante en términos de reciclado. El otro era el boom del consumo de productos en envases que podían ser rellenados.
Luego llegó la crisis del coronavirus y el packaging también se vio afectado por la situación. El impacto de la covid-19 en el packaging se vio en la aparición de envases temáticos y vinculados a la situación pero también en el aumento del plástico. De pronto, y para cumplir con las expectativas y las sensibilidades en higiene de los consumidores, todo se llenó de plásticos y más plásticos, fuesen o no realmente necesarios.
Pero aunque 2020 se ha convertido por tanto en una suerte de prórroga para el plástico y en un momento de descanso para el uso de este material en el envasado y presentación de productos, lo cierto es que el día después será, nuevamente, libre de plásticos.
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