Si analizamos la empresa como continuación del proceso formativo, con el peso específico que éste ha adquirido con la eclosión del fenómeno social, nos daremos cuenta que, mientras por un lado se nos exige estar en constante proceso de formación y alerta sobre la información que genera nuestra marca, por el otro lado, se nos sugiere que olvidarnos de la reputación es el mejor camino para vivir libre de los Trolls. ¿Suena extraño verdad?
El camino hacia la influencia parece estar muy claro, el gran problema es que hoy, todas las disciplinas, han dejado de ser un coto reservado de quienes poseen la información, hoy la información, está al alcance de todos.
Vivimos actualmente una realidad dual en la que las redes sociales se integran cada vez más al mundo real. Cambian las pautas publicitarias, las parrillas de programación televisiva. Cambia la forma en la que las personas se comunican e interactúan, cambian los canales, los dispositivos y también, los códigos de conducta.
Atrás quedaron las décadas de individualismo en las que la consigna “todo vale” aún nos está mostrando sus fauces… atrás quedaron los años en los que todo era fácil de conseguir, sólo había que poner la firma en una escritura… atrás quedaron los años en los que las empresas eran paraísos donde las personas percibían por repetir sistemáticamente, procesos carentes de valor alguno.
Hoy el objetivo es la productividad y la eficiencia y, las consignas, los valores y la ética. La búsqueda de una reputación online que nos abra las puertas del mundo real, es común para todos nosotros. Tras la puesta en escena del fenómeno social, la reputación online es la gran obsesión de las marcas.
Cuando una marca se plantea la construcción de una presencia social, muchas veces se siente paralizado por el terror a la exposición. Y es que el social media es un territorio salvaje. Precisamente por los cambios mencionados anteriormente, la competitividad hoy, tiende a la individualidad. Todos avanzamos en la búsqueda de nuestra influencia, de la fidelización de nuestro target y de nuestra reinvención permanente para dar respuestas a consumidores cada vez más exigentes.
La reputación es el gran caballo de batalla para las marcas híbridas que se lanzaron a la piscina del social media, sin tener resueltos sus conflictos, provocados por el mantenimiento de una estructura tradicional.
Hoy los empleados son colaboradores, los jefes son líderes y las marcas, son un equipo conformado por talentos individuales que ponen su influencia al servicio de la marca, obteniendo con ello el crecimiento que entrega la unión.
Es más que evidente que, para dejar de lado la obsesión por la reputación, el único camino es la honestidad y la transparencia, la ética y los valores. De nada sirve contar con plataformas sociales lideradas por un Community Manager profesional, si en el back officce un equipo de trabajo “a la antigua usanza” moja su falta de motivación en el café de media mañana. ¡La forma de hacer empresa ha cambiado!
Los Trolls existen como han existido siempre. Son las reminiscencias de prototipos que salieron defectuosos. Tiene una tendencia habitual a responder a la calidad de los demás, con un ataque inventado y buscando hacer caer al adversario. Ello no sólo supone una falta total con los compromisos adquiridos con sus clientes, sino y principalmente, con las normas que imperan en el Social Media, que establecen la calidad, como el objetivo principal.
Cuando un Trolls actúa, busca destruir la influencia de su competidor y con ello… ¿no pierde eficiencia y oportunidades la red?
Lamentablemente los Trolls no van a desaparecer, sin embargo, las marcas que logren centrarse en sus objetivos a través de acciones éticas y comprometidas, podrán dejar de lado esa obsesión permanente por la reputación online, sin finalmente esta es un reflejo de lo que hagamos. ¡Hay que dejar que los perros ladren!