Conseguir que una marca destaque y se haga un hueco en la mente del consumidor es cada día más difícil. Continuamente los clientes se encuentran expuestos a multitud de impactos, gran cantidad de mensajes y propuestas que no son capaces de asimilar.

La cosa no mejora cuando, intentando escapar del mundanal ruido, se refugian en su entorno más privado, en busca de disfrutar un momento de ocio y distensión. En ese momento el bombardeo continúa, bien sea en forma de anuncios pre-roll como puede ser el caso de YouTube, o de publicidad nativa, en sus propios perfiles sociales.

Ante tal saturación, resulta casi imposible despuntar. Las marcas no pueden seguir apostando por utilizar la misma estrategia que el resto, y lanzar un mensaje homogéneo e impersonal. En cambio, sí pueden especializarse, y dirigirse a ese sector más dispuesto a escucharles, y en el que probablemente no hayan reparado hasta ahora: sus embajadores.

Sí, se trata de aquellos clientes y seguidores más comprometidos con la marca, esos fans que se muestran más activos en los Social Media, donde interactúan habitualmente con la marca, y aquellos que ya han probado sus productos. Ante este público objetivo, las marcas cuentan con la ventaja de que tienen un conocimiento previo de la marca y, por ende, sienten cierta predisposición a recibir su mensaje.

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