En los últimos años, las redes sociales se han convertido en un elemento clave en la supervivencia de cualquier empresa. No hay que más que hacer una rápida búsqueda en Google para encontrar una buena colección de artículos que nos explican cómo usar las redes sociales para fidelizar clientes, cómo emplearlas para vender más o cómo sobrevivir a una crisis de reputación en Twitter o en Facebook. Y son solo unos ejemplos: solo hay que echarle un poco de imaginación y lo que se puede encontrar en la red relacionado con las redes sociales alcanzará prácticamente todo lo que se pueda necesitar.
Y al tiempo que aumentaba el poder del social media y el interés que despertaba entre consumidores y, por supuesto, responsables de empresa, creció de forma paralela el efecto llamada que tenían todos los productos asociados a ella. El mercado empezó a llenarse de cosas que nos prometían casi, casi el Grial para conseguir entender qué ocurre con ellas y cómo emplearlas. Libros, análisis y sobre todo muchos foros, congresos y charlas intentaron responder a las dudas que las redes sociales despertaban. Para cubrir todo lo que esos soportes necesitaban aparecieron los expertos y, sobre todo, los gurús, suerte de modernos genios de la lámpara que parecían tener respuesta a todos los problemas que podrían generar las redes sociales.
Pero ¿son estos gurús realmente los tesoreros de todos esos secretos para ser los mejores en redes sociales y conseguir cuotas de éxito insospechadas? ¿O existe en realidad más humo que elementos consistentes entre lo que se está viendo? El paso del tiempo no ha puesto a todo el mundo en su lugar, como se empeña en señalar la sabiduría popular, pero sí nos ha dado ciertas herramientas y ciertas pistas sobre lo que se ocultaba de verdad detrás de todos los expertos y sobre todo de todos los gurús que prometían las verdades eternas sobre las redes sociales. La sobreexposición mediática ha hecho, además, que sus palabras y explicaciones hayan llegado a más personas y que lo que dicen (y lo que hacen) sea mucho más fácilmente comparable.
No todos los gurús son vendehumos
Entre todos los gurús - o pseudogurús, como también se les llama en la red - no solo hay vendehumos. También existen expertos reales, profesionales que han conseguido llegar al corazón de la materia para descubrir realmente en qué consiste, y cuyos consejos son especialmente recomendables. Por ello es tan importante separar el grano de la paja y descubrir las características que separan a un gurú de un pseudogurú.
Un bocachanclas no puede ser un gurú
Podría hacerse una nueva categoría dentro del mundo de las redes sociales con quienes han llegado e intentando subirse al carro del boom del community management pero tarde y más o menos mal. Es quienes eran bautizados en esta columna como los bocachanclas de las redes sociales. ¿Quiénes son? Son los que siempre ofrecen servicios más baratos, los que recortan en horas de trabajo o los que lo meten todo el mismo saco (desde gestión de Twitter hasta posicionamiento SEO). Si se parte de ahí, difícilmente se puede ser un gurú de las redes sociales.
Pero ¿qué ocurre con los demás? ¿Cómo se identifica a un falso gurú o a un gurú que se ha quemado por sobreexposición (y se ha quedado atrás en innovación) de los que realmente saben sobre qué están hablando? Siempre se pueden echar mano de ciertas características y condiciones para saber qué de verdad hay en sus palabras y sobre todo cuánto de cierto hay en su condición de experto real en redes sociales.
Autoproclamación como gurú
Lo primero es tener en cuenta que un gurú no nace, se hace. Y se hace con trabajo duro. Uno de los puntos básicos para saber ante qué nos encontramos está en quién dice que ese experto es en realidad un gurú. Para conocer a un pseudogurú, la autoproclamación puede ser una herramienta básica. Cierto: todo el mundo puede ser un experto en social media (o en cualquier otra disciplina). Solo hay que trabajar duro, mantenerse siempre al día y trabajar investigando siempre sobre esa materia para saber de qué se está hablando.
Pero un gurú es alguien especial, alguien que ha conseguido convertir todo ese conocimiento en una suerte de magia que hace que sus decisiones y consejos siempre sean acertados. Pero llegar a ese nivel final es muy difícil y no se consigue simplemente añadiendo a la bio de Twitter la palabra gurú. Al gurú, en realidad, lo identifican los otros gracias a sus obras. Son sus hechos, sus logros, los que demuestran la valía de los expertos y los que hacen que los demás (y no ellos mismos) los vean como gurús.
No contar siempre lo mismo
Los verdaderos expertos no reutilizan además siempre la misma presentación de PowerPoint, no citan siempre los mismos ejemplos y no dan en todas sus intervenciones los mismos consejos. Una de las muestras más claras de que un gurú se ha quedado simplemente en humo es la de encontrarse siempre las mismas charlas en sus intervenciones públicas.
A medida que han aumentado los eventos sobre social media y a medida que hay más charlas, más presentaciones y más encuentros, más fácil es tropezar un par de veces con los mismos ponentes. Si esos ponentes apuestan siempre por los mismos contenidos, las mismas ideas y hasta los mismos golpes de efecto, casi mejor ponerse alerta. El mundo cambia cada día y las redes sociales lo hacen incluso más. Contar hoy lo que se contaba ayer y antes de ayer e incluso hace un mes no tiene mucho sentido (y sobre todo no es lo que ningún gurú digno de tal nombre haría).
La sobreexposición ha tenido, de hecho, un efecto inmediato sobre los falsos gurús del social media: a medida que más veces han tenido que intervenir y a medida que más veces han tenido que repetir su mensaje, más veces se ha escuchado y más se ha quemado.
Ser original
La originalidad es una muestra clara de que nos encontramos ante un verdadero genio creativo o ante un profesional que ha entendido muy bien cómo funcionan las redes sociales (y las cosas que no tienen sentido en ellas). Repetir siempre lo mismo en Twitter no tiene ningún sentido. Poner veinte veces el mismo contenido en Facebook no es más que una forma más moderna (más 2.0, por usar un término tan de moda entre los falsos gurús del social media) de hacer spam. ¿Entonces, por qué confiar en alguien que siempre hace lo mismo en redes sociales como guía espiritual de lo que triunfa en ese terreno?
Los que hacen siempre lo mismo no hacen más que demostrar que entren en una categoría de lo poco confiable. Y además confirman que han aprendido a hacer una cosa y que eso es, al final, lo único que saben hacer.
Por otra parte, ningún gurú de verdad funcionaría no solo siempre con las mismas rutinas sino con las rutinas que le han funcionado a otro. Es decir, todos aquellos que simplemente recomiendan hacer según qué cosas porque es lo que hace la empresa X en Estados Unidos y le funciona no dejan de resultar sospechosos.
Tener experiencia: lo que cuentas es en base a lo que has vivido
Y así entramos en un nuevo punto sobre lo que diferencia al gurú de verdad del pseudogurú: un gurú no es un experto en social media de salón, sino que sabe perfectamente de lo que habla. No se trata de contar lo que han escrito o vivido otros sino de contar lo que se ha experimentado en primera persona. Un gurú del social media de verdad puede contar cómo resolver una crisis, cómo crecer en seguidores o cómo dinamizar las ventas usando Twitter porque él mismo ya lo ha hecho en su carrera profesional.