
La figura del Community Manager surgió como una especie de semidiós, un ser capaz de dominar la esfera 2.0, y salvar a la marca de los agravios de los clientes, haciéndola destacar por encima de la competencia, como líder indiscutible de su sector.
Con estas hazañas, los Communty Manager llegaron a erigirse como las auténticas estrellas del escenario de los Social Media, atribuyéndoles todo el mérito de conseguir desarrollar una presencia online adecuada para la marca. Ciertamente, se trata de valiosos profesionales, cuya labor es muy necesaria para toda organización. Pero no por ello merecen un trato diferencial, ni que se les cubra de honores por su trabajo; al menos no más que al resto de sus compañeros.
Una situación que ya se ha normalizado. Los Community Managers han pasado de ser improvisados gurús, de seres todopoderosos, a personas de carne y hueso, con conocimientos especializados, que trabajan al servicio de las marcas a las que representan. Ni más, ni menos.
El éxito de una marca en los Social Media no es del Community Manager, sino de la empresa. Se trata de un miembro más al servicio de la organización, quien debe poner todo su saber hacer a su disposición, y trabajar para cosechar los mejores resultados posibles; los cuales irán en beneficio de la marca, no de la persona que haya intervenido directamente en ello. Al igual que ocurre en cualquier otro departamento de la empresa.
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