Por Redacción - 18 Septiembre 2017
El marketing con influencers se ha convertido en la gran obsesión de las marcas y de las empresas, porque sus resultados son muy positivos y porque soluciona muchos de los problemas a los que ahora mismo se enfrentan en sus estrategias. Si pones a un influencer en tu vida, lograrás saltarte muchas barreras de entrada que tus propios contenidos no logran vencer. El influencer consigue además dotar a esos contenidos de una credibilidad y de un potencial que los contenidos de las marcas no logran.
Todo ello ha generado una escalada. Cada vez son más quienes están intentando posicionarse echando mano a los influencers, lo que ha generado una escalada de precios. Ser influencer se ha convertido en algo muy rentable, o al menos lo será mientras dure la burbuja de interés. Pero creada la necesidad, creada la trampa y creadas también las expectativas irracionales.
Sobre el último punto, hay que tener en cuenta que ser influencer (de verdad) no es tan fácil y que las empresas no deberían quedarse simplemente con el primer perfil que vean que tenga un cierto número relativo de seguidores. A eso hay que sumar que los influencers no son un bálsamo mágico que acabará con cualquier mal y que las empresas tienen que ser realistas en sus expectativas. El influencer no solucionará todos los problemas y no hará que todo funcione de forma perfecta, sino que más bien ayudará a posicionarse mejor en el mercado o logrará posicionarse en ciertos puntos concretos.
Sobre el primer punto, está claro que, en el momento que esto empezó a mover mucho dinero, empezó también a posicionarse todo el mundo en el punto de salida para hacer con esto el mayor número de ingresos posibles. Y eso creo toda clase de prácticas ilícitas y de cuestiones que muchas veces rodean lo no muy ético.
Crear esa imagen de influencer aunque no se sea tanto no es tan complicado. Vender humo es una de las constantes del mundo de internet, al fin y al cabo. La mejor demostración de cómo esto opera está en el caso de la agencia que este verano creó dos influencers falsas para demostrar los puntos débiles del marketing con influencers en Instagram.
El caso tiene todos los ingredientes para ser el caso de estudio perfecto: uso del hype, bots, seguidores falsos y hasta fotos de stock (uno de los perfiles se alimentaba con fotos de bases de imágenes gratis… y nadie se dio cuenta). Abriendo la cartera, los responsables del estudio compraron seguidores, engagement y comentarios y, cuando los perfiles tenían ya ciertas condiciones, los lanzaron al mercado metiéndolos en marketplaces de influencers. Las marcas y empresas fueron a por ellos y les empezaron a hacer ofertas.
Se podría decir que sus víctimas no habrían caído si hubiesen hecho los deberes y hubiesen analizado de verdad lo que tenían delante. Al fin y al cabo, la norma número uno del marketing con influencers es la de conocer, realmente, a aquellos con los que estás operando.
Pero por otra parte estas prácticas son posiblemente más comunes de lo que pueda parecer, al menos en parte, como podría llegarse a la conclusión tras leer las confesiones de un influencer de Instagram que recoge Digiday. Comprar bots para parecer más atractivo no es tan raro: las estrellas de las redes sociales con 100.000 seguidores o menos lo hacen en ocasiones para inflar de forma artificialmente el engagement, recuerdan en el artículo.
Los bots no son, escuchando al influencer sentado en el diván de las confesiones, tan raros. Hace unos años todo el mundo estaba creciendo de forma orgánica, dice, pero ya no y asegura que las marcas también usan bots en sus perfiles. Por supuesto, ya hay agencias especializadas en hacer crecer el número de seguidores (bot mediante) y las empresas y marcas tienen que saberlo, advierte el influencer, porque al fin y al cabo "están haciendo su investigación".
Si uno de cada cinco seguidores es un perfil con menos de diez seguidores, alerta el influencer, quien está analizando lo que ve debería tener bastante claro que hay fraude de por medio.