Por Redacción - 28 Septiembre 2017
Es una de esas noticias que ha saltado de las crónicas de sociedad, ha pasado por las páginas de sucesos y ha llegado también a las de tecnología. Hace unos días, una joven se suicidaba en Madrid. Ese tipo de noticias no suelen llegar a los medios y al menos no suelen recibir mucha cobertura, pero en este caso se ha convertido en tema casi de portadas. La joven no era una desconocida, sino una de esas usuarias de Instagram conocidas. Celia Fuentes era una influencer.
Y, desde entonces, han aparecido crónicas, comentarios, opiniones, análisis y artículos más o menos amarillos que intentan comprender qué es lo que ha sucedido y por qué ha pasado. El rastro se puede seguir online buscando el tema en prácticamente cualquier cabecera de relevancia. Entre las historias, se ha colado una reflexión, acompañada por los testimonios de las amigas de las fallecidas.
Y es que ser una influencer, una figura famosa de la red, supone un elevado estrés y una especie de juego de pantallas. Poco importa la realidad, sino más bien lo que se está vendiendo al mundo. "Tenía mucho encima, este mundo [el de las marcas, los instagramers y la moda] es muy duro. Y para estar en él tienes que tener la cabeza muy bien amueblada, los pies en el suelo y una estabilidad emocional", le explicaba una de las amigas a la prensa. La realidad del mundo de las redes sociales y de los influencers de moda es mucho más complicado de lo que podría parecer a primera vista.
"Te exigen parecer feliz, que salgas contenta", aseguraba una bloguera analizando cómo funciona en general este nicho y lo que las marcas quieren de aquellos a los que contratan para darles voz. "Las marcas presionan a las chavalas, que lo hacen por cuatro duros y entran en un bucle asfixiante. Llegan a amenazarte con multas económicas si te niegas", añadía.
La carrera del influencer, especialmente los que están ligados al mundo de la moda y los estilos de vida, está muy ligada a su vida personal, a lo que ellos transmiten como persona. Los espectadores asumen que sus fotos son una presentación de su vida personal, lo que les obliga al final a estar todo el tiempo preparados, siempre proyectando esa imagen (lo que, al final, es lo que se les ha exigido a los famosos de forma recurrente).
De hecho, tomarse un respiro puede ser complicado y, si no, no hay más que ver lo que ocurrió en verano cuando Dulceida, una influencer muy popular, dijo que no se haría fotos con sus seguidores durante las vacaciones. Para muchos, era muy complicado comprender que quisiese tomarse una pausa, que se tomase vacaciones de su persona online, a pesar de que ese es, justamente, su trabajo.
Una publicación compartida de Aida Domenech (@dulceida) el 22 de Feb de 2017 a la(s) 11:27 PST
También podemos recordar el episodio vivido por el propio Rubius durante un encuentro con sus fans en la ciudad de Malaga. En aquella ocasión, el popular Youtuber se enfrentaba a la multitud dando síntomas de lo que muchos clasificaron como un auténtico ataque de pánico. Una reacción nada extraña para algunos, teniendo en cuenta que anteriormente, el youtuber se había derrumbado durante una entrevista de televisión en la que lloró y revelando sus frustraciones, su depresión y su miedo a la soledad.
A esto se suma que el ser estrella de la red se ha convertido en casi un destino aspiracional, una especie de camino directo a la vida soñada para muchas personas. Los niños quieren ser, de hecho, youtubers como profesión de futuro o blogueros. Es lo que demostraba no hace mucho la XIII Encuesta ¿Qué quieres ser de mayor?, elaborada por Adecco. La cuarta profesión más deseada por los niños es la de youtuber (un 5,1% de los escolares quiere serlo de mayor), a pesar de que la profesión como tal es una novedad en el listado de las profesiones buscadas. El youtuber ElRubius se cuela también como uno de los que los niños ven como posible mejor jefe.
Los niños conocen a las estrellas de la red y las siguen, lo que hace que se conviertan en sus referentes, pero no solo ellos ven en ellas una suerte de profesión soñada, una que implicará trabajar poco (aunque la realidad no sea esa) y ganar mucho dinero (lo que también es cuestionable). El hecho de que algunos youtubers e influencers hayan empezado a aparecer en las listas de los más influyentes del mundo o en listados de personas que ganan mucho dinero no ha hecho más que dar el empujón a la idea de que ser una estrella de la red es un sueño.
Y si hace 100 años, por ejemplo, se soñaba con ser como alguna de esas actrices de cine mudo que se habían convertido en los primeros grandes ídolos de masas, ahora se sueña con ser uno de los grandes ídolos de la red.
Además, en todo este interés creciente por convertirse en estrellas de la red, se olvidan varios factores fundamentales. El primero es que triunfar es muy complicado y requiere muchísimo trabajo. No vale con simplemente abrirse un perfil en la red social de turno o con subir unos cuantos vídeos. Destacar en medio de todo el ruido online es cada vez más complicado y requiere cada vez un mayor esfuerzo y mucho más trabajo.
Si para las marcas y empresas, que suelen tener partidas destinadas a promocionar esos contenidos que publican online, ya resulta difícil, para una persona normal y corriente que intente posicionarse en la red lo puede resultar todavía más.
Por otro lado, no solo hay que triunfar, sino que hay que mantenerse en la cresta de la ola, hay que intentar seguir siempre en lo más alto, algo que implica no solo un trabajo constante sino también saber qué se hace y por qué.
Y, finalmente, todas estas estrellas de la red están expuestas a los cambios y a las oscilaciones del mercado, como bien han aprendido las estrellas de YouTube o los aspirantes a conseguirlo. En los últimos tiempos han aparecido cada vez más quejas y más anuncios de abandono, ya que monetizar los contenidos se ha convertido en los últimos meses en mucho más difícil de lo que era antes. YouTube ha cerrado el grifo tras cambiar las normas para sus creadores, creando una situación complicada para los mismos en la que ingresar lo mismo que antes está cada vez más lejos de su alcance.