Por Redacción - 22 Abril 2021
Hay una cierta tendencia a presentarle a los jefes la realidad de una manera lo más positiva posible. Es un movimiento completamente lógico: serán quienes te juzguen por tu trabajo y, puestos a hacerlo, mejor que tengan los datos más positivos en la mano.
A eso se suma el hecho de que en no pocas ocasiones los responsables generales no tienen mucha idea de lo que implican cuestiones concretas de departamentos como el de marketing y publicidad. Sus expectativas no están vinculadas con cuestiones que sean factibles. Solo hay que pensar aquellas épocas en las que todo jefe ajeno al área de marketing esperaba que su equipo de redes sociales le hiciese un viral o como se presionaba para que los números de seguidores y fans creciesen lo más rápido posible.
Por tanto, no sorprende descubrir que existe la tendencia a camuflar los datos malos o a presentar de forma excesivamente positiva los buenos, tanto cuando la gestión de redes sociales se hace desde fuera como cuando se hace desde dentro. No es exactamente mentir ni crear una especie de falsa contabilidad de resultados en los social media, sino más bien casi como si se estuviese haciendo PR al trabajo realizado.
Todo se presenta bajo la mejor luz posible y todo con el mejor titular aplicable. Igual que los departamentos de comunicación le dan una vuelta a las cosas para que funcionen mejor, se da un toque a todo para que los resultados sean más aparentemente positivos.
Hacerlo es un error, tanto por una parte como por otra.
Por parte del equipo de redes sociales, caer en este tipo de prácticas es un error. Desvirtuar la realidad no está haciendo ningún favor a nadie, ni siquiera a los profesionales a los que aparentemente hacerlo logra presentarlos de una manera más favorable. Cada vez que un informe no es sincero y cada vez que se selecciona qué destacar partiendo de lo que es más lustroso y no más útil, se está creando una especie de realidad alternativa. La dirección no tendrá nada claro qué está pasando de verdad y se creará una versión color de rosa de los hechos.
Esto llevará, por un lado, a que pidan a sus responsables de redes sociales cosas que no necesariamente son factibles y que tengan unas expectativas demasiado elevadas (los números eran, al final, buenos e invitaban a pensar en eso).
También hará, por otro lado, que estén tomando decisiones de negocios que, dado que los datos de los que parten no son los mejores, no son las más acertadas. Por ejemplo, pensar que se cuenta con una comunidad mucho más fiel de lo que en realidad es hace que se calcule mal cuál es la conexión del consumidor con la marca. Quizás, por aplicarlo a un caso hipotético, puede llevar a pensar que una subida de precios no tendrá un efecto tan negativo, porque se tiene esa estupenda comunidad social detrás.
Pero que los marketeros caigan en este tipo de comportamientos debe también llevar a pensar qué los ha llevado a ello. ¿Por qué sintieron que deberían presentar esa versión más optimista de los hechos a quienes toman las decisiones?
Y aquí casi se podría decir que que los marketeros no cuenten toda la verdad no es que diga algo malo de ellos, sino que dice algo bastante malo de la empresa en la que trabajan y cómo está gestionada.
Si los marketeros no se sienten cómodos para compartir lo positivo y también lo negativo y para transmitir a sus jefes en qué se han equivocado o dónde la estrategia de social media marketing hace aguas, hay un problema. La empresa ha creado un clima tóxico en el que se siente que mejor contar la verdad más adecuada que la verdad más completa.
Eso es un serio problema. Lo es porque los trabajadores merecen trabajar en un entorno laboral positivo y en el que se comprenda que son seres humanos, que no siempre lo harán todo bien, que operan en un universo en el que pasan cosas, lo que puede llevar a que su trabajo no dé los resultados esperados. Lo es también porque una empresa con un clima semejante estará en una posición nefasta: no sabrá qué está ocurriendo y no estará preparada para los golpes.