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Por Redacción - 8 Febrero 2011
Comenzamos esta reflexión retrotrayéndonos hasta los años 90 cuando comenzó a proliferar Internet como parte de nuestras vidas. El acceso a la información en tiempo real convirtió a la red en la piedra filosofal del nuevo Marketing. Las modificaciones se sucedían de forma vertiginosa cambiando desde la forma en la que nos relacionamos con nuestros pares, hasta el modelo que se imponía para hacer negocios.
Internet llegaba para dotar de autosuficiencia no sólo a las empresas, sino que también a los consumidores, gracias a las múltiples fuentes de información disponibles y el acceso inmediato a los contenidos necesarios para optimizar su formación y cubrir eficientemente las nuevas necesidades que se presentaban.
De Internet y la eliminación de límites y fronteras, llegamos a las redes sociales, nacidas como elementos facilitadores de la comunicación social y familiar principalmente, pero que -con la casi coincidente explosión de la crisis económica- emprendieron un camino hacia la especialización, basado en la búsqueda de soluciones, de nuevas opciones y nuevas oportunidades; todas ellas subyacentes en la naturaleza pública de las opiniones vertidas libremente por los usuarios en los medios sociales.
Rápidamente la tela de araña fue adquiriendo más poder, dotando al ámbito empresarial de plataformas que lograban acercar necesidades e intereses… soluciones en definitiva; acercar a las marcas a sus potenciales clientes, incorporarlos como parte del proceso y lograr un grado de especialización y gestión tan poderoso, que éstos, los usuarios se transformaron en medios de comunicación y promotores de la marca.
Basado en la confianza y situada como un valor absolutamente imprescindible para la reputación, grupos de personas y empresas se lanzaron a la magnífica aventura de estar online, compartir y debatir, logrando un crecimiento exponencial de la red que se tradujo en mayores oportunidades, mayores sinergias y… mayores esfuerzos.
Adicionalmente, el Marketing tradicional tuvo que iniciar su proceso de migración para transformarse en más emocional, más cercano… más social.
La satisfacción de las necesidades ajenas se situó en la punta del iceberg de los objetivos de las marcas, logrando que estar online, fuera la mejor alternativa para identificar una nueva oportunidad explícita y subyacente.
Las redes sociales y por lo tanto el Marketing social, abre un mundo de posibilidades para generar sociedades autosustentables, productoras y consumidoras de bienes y servicios dotados de un valor agregado invaluable; la naturaleza única del individuo, la persona como un todo.
El marketing social se presenta como la única fórmula para salir de la espiral de destrucción en la que la desidia, el agotamiento de los sistemas y la especulación, situó a las personas y su relación con sus pares.
El Marketing social, analizado desde su acepción más próxima a Marketing online, destinado a la construcción de la reputación y la identificación de necesidades e intereses sienta las bases que nos enfrentan a un nuevo modelo productivo, un modelo en el que el dinero es un objetivo final pero no primario, un medio pero no un fin. Conocimiento, reparto, retroalimentación confianza y compromiso, son los principales objetivos que persiguen cubrir los integrantes de la nuevas sociedad 2.0 demandante del nuevo Marketing social.
¿Nos salvará el Marketing social?
Si analizamos la evolución de las redes sociales, nos daremos cuenta que la capacidad para compartir, informarse, ampliar las redes de contactos, realizar la distribución eficiente de recursos y la generación constante de nuevas oportunidades derivadas de la sinergia, genera sociedades más comprometidas, honestas y con sus esfuerzos puestos por lograr el crecimiento exponencial del nuevo modelo.
