Por Redacción - 21 Junio 2023
Para los ya no tan jóvenes, los nombres de Twister, Mikolápiz, Calippo o FrigoPie serán sin duda rápidamente reconocibles. Y es que estos nombres corresponden a algunos de los helados más míticos de la infancia, y que a pesar del paso de los años, han dejado una huella perdurable en nuestros recuerdos. Detrás de su éxito y la conexión emocional que generan se encuentran estrategias efectivas de marketing y publicidad. Estos helados han logrado mantenerse en nuestra memoria debido a varios secretos bien guardados.
Recordamos las marcas o nombres de los helados de nuestra infancia con el paso de los años debido a varios factores psicológicos y de memoria que influyen en cómo almacenamos y recuperamos la información.
La infancia es una etapa de la vida en la que estamos más abiertos a nuevas experiencias y somos más receptivos a la información que nos rodea. Durante este período, nuestra capacidad de aprendizaje y retención de información es especialmente alta. Los helados de nuestra infancia suelen ser introducidos en un contexto de diversión, alegría y descubrimiento, lo que crea una conexión emocional y un impacto duradero en nuestra memoria.
Evidentemente, la publicidad y el marketing tienen un impacto significativo en cómo recordamos las marcas de helados de nuestra infancia. Las estrategias de publicidad utilizan elementos visuales y narrativas emocionales que se quedan grabados en nuestra memoria, y despiertan recuerdos nostálgicos cada vez que los vemos lo que refuerza la asociación entre el nombre de la marca y la experiencia positiva.
La comunicación emocional también ha sido fundamental en la promoción de estos helados. Sus anuncios publicitarios se centraban en evocar emociones positivas y en conectar con la diversión y la alegría de la infancia. A través de imágenes y narrativas que muestran a niños disfrutando de los helados en situaciones divertidas y felices, se crea una asociación emocional positiva en nuestra mente. Estas imágenes y mensajes despiertan una sensación de felicidad y placer al recordar momentos pasados de nuestra infancia.
Los helados están estrechamente ligados a una variedad de sensaciones, como el sabor, la textura y los colores vibrantes. Por ejemplo, el Twister combina sabores y colores en capas que se deslizan al comerlo, mientras que el Mikolápiz ofrece una combinación única de helado y chicle. Estas experiencias multisensoriales se graban en nuestra memoria y hacen que estos helados sean más que solo un producto, sino una vivencia inolvidable. Otros helados como el FrigoPie, el Calippo y el helado de Drácula también dejaron una marca duradera en nuestra memoria.
Además de las experiencias sensoriales, estos helados también han sido promocionados y comercializados de manera efectiva
Las estrategias de marketing se centraban en evocar emociones positivas y crear una conexión emocional con la audiencia. A través de anuncios publicitarios que muestran a niños y adultos disfrutando de estos helados en momentos de diversión y felicidad, se crea una asociación emocional y se refuerza la conexión con nuestra infancia. Estas emociones positivas se entrelazan con el nombre de la marca o el nombre específico del helado, creando una asociación fuerte en nuestra memoria.
La disponibilidad y accesibilidad de estos helados también contribuyen a su permanencia en nuestra memoria. Esta disponibilidad constante nos permite acceder fácilmente a ellos y mantener viva la conexión con nuestra infancia. Al encontrarlos en lugares familiares, se fortalece el vínculo emocional que tenemos con estos helados y se refuerzan los recuerdos asociados.
El neuromarketing nos revela que nuestras decisiones de compra están influenciadas en gran medida por nuestras emociones y experiencias pasadas. Los helados de nuestra infancia están arraigados en nuestras memorias emocionales, ya que están asociados con momentos de alegría, diversión y satisfacción. Estos recuerdos emocionales tienen un impacto poderoso en nuestras preferencias y elecciones de consumo, haciendo que los helados de nuestra infancia sean irresistibles incluso cuando somos adultos.
El neuromarketing nos enseña que los helados de nuestra infancia se arraigan en nuestras memorias y preferencias debido a las respuestas emocionales positivas que generan en nuestro cerebro.
El neuromarketing ha demostrado que la forma en que se presenta un producto y cómo se comunica puede activar ciertas regiones del cerebro y desencadenar respuestas emocionales positivas. Los diseños distintivos, los colores vibrantes y los logotipos reconocibles de los helados de nuestra infancia capturan nuestra atención y estimulan áreas cerebrales relacionadas con la recompensa y el placer. Esto crea una asociación positiva en nuestra mente y nos impulsa a elegir estos helados una y otra vez.
La experiencia sensorial también juega un papel importante en el neuromarketing de los helados. La combinación de sabores deliciosos, texturas suaves o crujientes y colores llamativos estimulan múltiples áreas sensoriales en nuestro cerebro, lo que genera una respuesta placentera. Estas experiencias multisensoriales activan áreas cerebrales relacionadas con el placer y la satisfacción, reforzando la conexión emocional con los helados de nuestra infancia.