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Cuando las cosas son gratis, el producto eres tú, pero además pagarás por seguir siéndolo

Por Redacción - 11 Junio 2024

La máxima "cuando las cosas son gratis, el producto eres tú" se ha convertido en un axioma fundamental en la era digital. Esta frase encapsula la realidad de que muchos servicios y productos digitales que se ofrecen de manera gratuita, en realidad, monetizan a sus usuarios mediante la recopilación y venta de sus datos personales, sus hábitos de uso y su atención publicitaria. Esta práctica ha sido común en redes sociales, motores de búsqueda y aplicaciones gratuitas, donde el acceso libre al servicio se intercambia por una vasta cantidad de datos que las empresas pueden comercializar con terceros o utilizar para publicidad dirigida.

Los servicios gratuitos funcionan mediante un proceso en el que se recopilan y analizan grandes cantidades de datos sobre los usuarios. Esto incluye información personal, como nombre, edad y ubicación, así como detalles sobre su comportamiento en línea, como los sitios web que visitan, las búsquedas que realizan y las publicaciones con las que interactúan. Con estos datos, las empresas pueden crear perfiles detallados y personalizados, lo que les permite dirigir publicidad de manera más efectiva. En algunos casos, los datos de los usuarios también se venden a terceros, como empresas de publicidad o agencias de marketing, lo que genera un flujo constante de ingresos para las plataformas que ofrecen estos servicios "gratuitos".

Sin embargo, esta máxima ha evolucionado en los últimos años, reflejando un cambio en las estrategias de monetización de las empresas tecnológicas. Está evolución nos posiciona en un nuevo escenario en el que, “cuando las cosas son gratis, el producto seguimos siendo nosotros, pero además pagaremos por serlo”.. Una nueva y destacada tendencia creciente en la economía digital donde, además de explotar los datos de los usuarios, las empresas también buscan obtener ingresos directos a través de suscripciones, compras dentro de la aplicación o servicios premium. Esta evolución no solo mantiene a los usuarios como productos para la publicidad dirigida, sino que también les impone costos adicionales por acceder a ciertas funcionalidades o una experiencia mejorada.

Este cambio tiene varias implicaciones. Por un lado, las empresas digitales han desarrollado múltiples flujos de ingresos. Aparte de vender datos a terceros o utilizar datos para publicidad dirigida, ahora también cobran a los usuarios directamente por servicios premium, suscripciones o funcionalidades adicionales. Esto maximiza el valor que pueden extraer de cada usuario, combinando la monetización indirecta con ingresos directos. Además, aunque los usuarios paguen por ciertos servicios, la publicidad dirigida sigue siendo una fuente importante de ingresos. Esto significa que los usuarios no solo pagan por los servicios, sino que también continúan siendo objetivos para los anunciantes. A pesar de pagar, las promesas de mejor privacidad y protección de datos a menudo no se cumplen plenamente, y los datos de los usuarios siguen siendo recopilados, analizados y utilizados con fines comerciales.

Un ejemplo claro de esta evolución es el plan básico con publicidad de Netflix. En este modelo, los usuarios pagan una tarifa mensual reducida, significativamente más económica que los planes sin publicidad. Sin embargo, a cambio del menor costo, los usuarios deben ver anuncios que se muestran antes, durante y después de algunas películas y series. Además, ciertos títulos no están disponibles en este plan debido a restricciones de licencias, lo que significa un acceso limitado al catálogo completo de Netflix. En esencia, los usuarios están aceptando ver anuncios a cambio de pagar menos por el servicio. Además, sus datos de visualización se recopilan y utilizan para dirigir la publicidad de manera más efectiva.

Sin embargo, esta modalidad es solo un espejismo. Para llegar a este punto, Netflix ha ido incrementando el precio de sus servicios para luego reducir un porcentaje de su costo a cambio de incluir publicidad. En otras palabras, los clientes terminan pagando lo mismo que antes de las subidas de precios, pero ahora aceptan la publicidad. Esto muestra cómo las empresas pueden reajustar sus estrategias de precios y monetización, haciendo que los usuarios paguen indirectamente más a largo plazo, manteniendo la rentabilidad de la plataforma mientras diversifican sus fuentes de ingresos.

Twitter Blue y Meta Verified, las suscripciones de pago de Twitter y Facebook respectivamente, son ejemplos claros de la evolución del modelo de negocio. Estas plataformas no solo monetizan a través de la publicidad y la venta de datos, sino que ahora también ofrecen opciones de pago a los usuarios que buscan una experiencia más completa o exclusiva.

Los usuarios que no pagan pueden enfrentar más publicidad y menos privacidad, mientras que los usuarios que pagan obtienen una mejor experiencia, pero no necesariamente una privacidad total. Al pagar, los usuarios esperan más valor y una experiencia mejorada; sin embargo, si la privacidad no mejora sustancialmente, esto puede llevar a la frustración y desconfianza.

A pesar de este cambio cambio que prometía traer más seguridad de la privacidad y la información de los usuarios, los datos no están seguros ni se puede asegurar que no se esté haciendo nada indebido con ellos.

Las promesas de mejor privacidad y protección de datos a menudo no se cumplen plenamente. Aunque las empresas pueden afirmar que toman medidas para proteger la información de los usuarios, la realidad es que los datos siguen siendo recopilados, analizados y utilizados con fines comerciales. Los usuarios a menudo no tienen un control total sobre cómo se utilizan sus datos y, en muchos casos, no son plenamente conscientes de las prácticas de recopilación y uso de datos implementadas por las empresas.

Además, la seguridad de los datos personales está constantemente amenazada por vulnerabilidades y brechas de seguridad. Incluso con regulaciones y medidas de protección en vigor, los incidentes de violación de datos son comunes y pueden tener graves consecuencias para la privacidad de los usuarios. En el último mes, grandes empresas como Telefónica, Santander, Iberdrola, La Universidad Complutense de Madrid o la propia DGT han sido víctimas de ataques informáticos. Estos ataques han comprometido datos personales, de clientes y de más de 34 millones de conductores de la DGT, que fueron puestos a la venta. Esta serie de hackeos ha afectado a millones de clientes. Ante este escenario, la transparencia es limitada, y muchas empresas no proporcionan detalles completos sobre cómo y para qué se utilizan los datos recopilados, y en menos casos, una compensación por estos graves incidentes.

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