Por Redacción - 2 Julio 2014
La idea de la felicidad ha mutado a lo largo del tiempo y también lo que se puede o no se puede hacer para alcanzarla. En el pasado, las personas simplemente esperaban que la felicidad llegase a ellos. Igualmente, lo que se suponía que creaba felicidad, lo que hacía felices a las personas, era completamente diferente a lo que hoy podemos esperar. Y, posiblemente, la felicidad no era el objetivo principal como motor de vida. Las relaciones sociales se movían por otros criterios y los objetivos y expectativas eran diferentes.
No se trata de un pasado tan lejano: solo hay que dar un paso de unos 100 años atrás para ver que entonces las marcas prometían tener la piel más suave o protegerse de todos los males con una salud de hierro. Y sí, en los anuncios de los años 20 de Kodak, ya se puede encontrar la referencia a que será el "espejo de su dicha" pero, aún así, la felicidad no perseguía al consumidor en todas las esquinas. La felicidad no era mainstream. ¿Están los consumidores obsesionados hoy en día? Y, sobre todo, ¿lo están las marcas? ¿Se ha convertido la felicidad en la palabra mágica que permite venderlo absolutamente todo?
marcas felices saben jugar con las reglas de este juego y aprovechan los recursos básicos para generar sentimientos positivos. Apelar a la infancia del consumidor (sentirse como un niño una vez más será como un chute de felicidad), hacer que se sienta parte de algo más grande y más grandioso, permitirle salir de la rutina o hacer que sienta que ayuda a los demás (véase Wikipedia o incluso Yahoo Respuestas) ayudará a que el comprador se sienta más feliz.