Cuando tenemos la misión de comercializar productos y/o servicios, el 90% de las empresas están de acuerdo en que la disciplina del marketing, sin lugar a dudas, les ayuda en este cometido de forma decisiva. Sin embargo entre estas mismas empresas, revisando y auditando su forma de hacer marketing, en ocasiones, en demasiadas ocasiones, se detectan bajos niveles ético en sus comportamientos de comercialización, con lo que ayuda supuesta que aporta el marketing se convierte en mala fama y peor reputación.
Y es que siguen existiendo profesionales que aun creen que la función prioritaria y ultima del marketing es la venta del producto, con lo cual, esta misión miope provoca comportamientos no siempre éticos, ni adecuados, llegando en ocasiones a lograr la finalidad de vender, pero que en absoluto consigue el valor añadido competitivo para cualquier marca, que es la satisfacción del cliente. Son mucho los que creen todavía, incluso en esferas de CEOs y directores generales, que el marketing es "un engaña bobos", en otras palabras, que "adornando" bien cualquier cosa, el producto o servicio está vendido, y me reconoceréis que en ocasiones esto se hace posible, pero tras comprobar el nivel de rotación y de fidelización de clientes que posee esa marca, esos comportamientos son cualquier cosa menos rentables, ni económicamente, ni a nivel de branding.
Es por ello que la ética y el marketing han de ser disciplinas inseparables, conjugables, combinables, de inexcusable interacción entre ellas, no se concibe una sin la otra. La ética si la tomamos como los comportamientos que se realizan como consecuencia de valores aceptados socialmente y el marketing como disciplina que persigue la satisfacción de los clientes a diferentes niveles de necesidad, si entendemos ambas disciplinas de esta forma, seria absolutamente incoherente que todo el marketing que hagamos desde la marca, desde la empresa, desde cada empleado, no estuviera impregnado de valores socialmente aceptados y ponderados.
Por el contrario, una miopía en aspectos comerciales y entender el marketing como la transacción comercial con el cliente como única premisa y último fin, hará en primer lugar que todos lo que desarrollemos desde la comercialización, no se pueda considerar marketing y precisamente no será marketing, porque en primer lugar no pretende la satisfacción del cliente , tan solo establecer una transacción monetaria como os digo, y en segundo lugar porque para ello no tiene su comportamiento una condición necesaria, y es que estos se rijan por la ética.
Con todo lo dicho, parece obvio que actuaciones como las que presenciamos en ocasiones en el mercado como mentiras, promesas incumplidas, verdades a medias, confusión en el cliente, productos milagro, vendedores que imponen que no convencen, grandes presentaciones que esconden aspectos negativos reseñables, prescriptores que por dinero aúnan su reputación con la de un producto o servicio inadecuado para el cliente, todo ello, que puede parecer que son fórmulas de marketing adecuadas y que tienen un determinado impacto en ventas, en mi opinión no es marketing, solo es engañar al cliente por incapacidad de la marca, de la empresa o del trabajador. El buen marketing rezuma valores éticos, capacidad, verdad, compromiso, atención y preocupación por la satisfacción del cliente, el resto es tratar de andar un camino, el de ganarse al cliente, por atajaos que llevan al abismo del fracaso comercial de muchas empresas.
Con todo lo comentado he tratado de argumentaros que los caminos hacia el éxito, hacia el éxito real y sostenible en comercialización, es complicado y parece claro que sin un marketing adecuado es muy probable que no lo consigas (me he encontrado empresas que decían que no se gastaban un euro en marketing y sin embargo tras profundizar en sus comportamientos comerciales, eran unos verdaderos genios en esto de satisfacer clientes, solo que desconocían que lo estaban haciendo). De igual forma se pueden tener éxitos parciales en forma de facturación, engañando o abandonando al cliente, pero entonces no te convertirás en una marca de referencia, solo en un especulador que solo aprovecha coyunturas de debilidades del cliente, para imponerle una compra.
El camino del éxito en la comercialización se guía por el marketing adecuado al cliente y por la ética en tus comportamientos comerciales, el resto es para marcas fantasmas que no pretenden tener impacto en el mercado, ni durar en él.