
La burbuja del buen rollismo: o cómo todo el mundo quiere que seamos felices
El buen rollismo se ha convertido en un elemento masivo que asalta al consumidor
Puede que Mr. Wonderfuck fuese una de las primeras pistas de que el interés por lo positivo y el auge de todas esas actualizaciones de Facebook o Twitter llenas de mensajes inspiradores y con tipografías optimistas y fotos de amaneceres soleados, gatitos monos y demás cosas que generan buenas vibraciones habían llegado al límite. Hace ya casi un par de años decidió publicar el anti mensaje de Año Nuevo. Creó "una mierda rosa", le puso una dentadura bastante patética y escribió - con una tipografía de lo más cuqui, eso sí - que el año que venía por delante no iba a ser nada bueno. La imagen se convirtió rápidamente en viral y Mr. Wonderfuck en el ídolo de todos los que estaban ya un poco hartos de todo el espíritu positivo que recorría el mundo y lo cubría todo.
"No odio todo lo cuqui, el handcraft o los postres de fantasía pero, por mucho que te encanten los cupcakes y aunque queden estupendos en un centro de mesa, al final hay que saber comerse unos callos aunque no haya filtro de Instagram que mejore su maldito aspecto", explicaba poco después el humano detrás de Mr. Wonderfuck, Pedro Ample, a la revista Yorokobu.
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