Ultimamente, no hay telediario o primera página de periódico que no abra su edición con una portada sobre el Caso Volkswagen. Y no es para menos, ya que no hablamos de un fallo que haya escapado al control tecnológico o que sea producto del error humano. Estamos ante una grave estafa hecha a conciencia, para beneficio de una empresa y en perjuicio del medio ambiente.
Junto a los productos alemanes, nos viene a la cabeza la palabra "fiabilidad". Es lógico, porque es un país que ha trabajado con ahínco esa virtud, hasta lograr que sea una cualidad que se una a su marca país. No en vano, cuanto pensamos en el sector de la automoción, muy fuerte en Alemania pues supone el 20% de su industria de manufacturación, y nos piden dar el Top 10 mundial de marcas de coches, seguro que como mínimo tres son alemanas y destacaríamos de ellas su "fiabilidad".
Por eso, no es de extrañar que tras el escándalo de Volkswagen, el Gobierno Alemán hayan sido de los primeros en pedirle explicaciones a la empresa, abriendo una investigación al respecto, e instando a la compañía a que den una solución al problema antes de diez días. No solo está en tela de juicio el prestigio de Volkswagen, sino el de la industria de automoción alemana, que supone el motor económico de todo el país. La Marca Alemania, como cualquier marca país, ha costado mucho crearla y desde las instancias estatales harán todo lo necesario, para que su economía sufra lo menos posible por la polémica.
No hace muchos años hubo otro escándalo en la industria del automóvil. En este caso, afectó a Toyota. En el año 2009, algunos modelos de la compañía japonesa salieron al mercado con anomalías, en concreto un fallo en el acelerador, lo que obligó a la empresa a llamar a revisión a millones de vehículos en todo el mundo. Lo que empezó siendo un rumor que afectaba al buen nombre de la compañía, culminó en escándalo cuando se supo que cuatro personas habían muerto debido a ese fallo técnico. El polémico caso supuso para Toyota la pérdida de 2.000 millones de euros, una caída precipitada de sus acciones, y de su prestigio como compañía.
Hoy en día, Toyota se ha repuesto tanto del varapalo económico, como del desprestigio. ¿Y qué ha producido esa recuperación?. Pues principalmente tres acciones:
¿Cómo está actuando Volkswagen?. De momento, todavía es pronto para juzgar pero hasta la fecha:
En el Caso Toyota afectaba a la integridad de los pasajeros, algo primordial. La seguridad importa en todos los países por igual, si no a nivel de normativas, sí en imagen de empresa. Sin embargo, en el Caso Wolkswagen hablamos de normativas de distintos países sobre emisión de CO2 de los vehículos, que pueden ser más o menos restrictivas, por ejemplo, según sea en Estados Unidos o en la Unión Europea. Aun así, no es tanto un problema tecnológico de emisión de CO2, aunque muy importante, como el engaño perpetrado por la empresa con el trucaje del software insertado, para pasar los controles.
En el Caso Toyota no podemos presuponer que actuasen de mala fe. En el caso deVolkswagen, sí. Hará falta algo más que reparaciones técnicas para limpiar su nombre.
Aspecto Humano Hemos empezado a ver los primeros pasos que ha dado la empresa y que seguro, no serán los últimos.
A diferencia del presidente de Toyota que pidió perdón públicamente, siendo o no consciente del fallo de sus automóviles pero reconociéndose como último responsable, el presidente de Volkswagen, Martin Winterkorn, ha dimitido, ha pedido disculpas, bien hecho, pero ha señalado que no era consciente del fraude. Mal hecho, ya que se ha auto-eximido de responsabilidad.
¿Cómo está actuado el Estado Alemán?.
El pasado lunes la Fiscalía Alemana anunció que abría una investigación por fraude al presidente de Volkswagen. Bien hecho. Sin embargo, el jueves, contradiciéndose de lo que había dicho tres días antes, la propia fiscalía comunicó que no abriría dicha investigación. Error. No está en juego el prestigio de una persona, Martin Winterkorn, sino el de una compañía, Volkswagen, y con ella, el de la industria más potente de todo un país, Alemania. No se trata de que Martin Winterkorn fuese consciente o no del fraude. Eso es lo de menos. Se trata de que se reconozca responsable de lo que pasaba en su empresa. Si Volkswagen no ha sido capaz de que el ex-presidente asuma esa responsabilidad, debería ser el Estado Alemán quien lo hiciera. Se juegan mucho.
Está por ver cómo terminará el escándalo. Lo que es seguro que el coste económico y de prestigio para Volkswagen será muy alto y tanto la compañía, como el Estado Alemán, están a tiempo de actuar correctamente en el aspecto económico, tecnológico y humano, para que dentro de cinco años podamos contarlo como una anécdota, como es el caso Toyota, o que digamos que fue el principio del desprestigio, no solo para una empresa, sino de todo un país.
¿Y vosotros, qué consecuencias creéis puede tener el Caso Volkswagen en la Marca Alemania?