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¿Están los consumidores ahogados en spam? Un lastre más para las estrategias de marketing

Los mensajes maliciosos se han disparado, lo que tiene un efecto nefasto para las campañas legítimas de las marcas 

Por Redacción - 25 Abril 2022

A quien más y a quien menos le ha perseguido el comercial de alguna compañía. Hay quienes tienen historias sobre como no paraban de llamarle de aquella teleco y quienes recuerdan aquel verano en el que no paraban de ofrecerles cosas desde tal compañía de luz. Se podría hacer una lista con todas esas quejas.

Y mientras la mayoría de esas ofertas eran legítimas, a las propuestas de estas marcas hay que sumar todos los mensajes más bien cuestionables que los consumidores están recibiendo día tras días. ¿Están siendo ahogados en spam, sea del realmente malicioso o del bien intencionado de las marcas?

El malintencionado está por todas partes: de hecho, España tuvo el dudoso honor de cerrar 2021 siendo por séptimo trimestre consecutivo el país que más correos maliciosos ha recibido. El 9,55% de todos los mensajes de spam enviados acababan en los buzones de correo electrónico de los consumidores españoles.

Pero la situación es más compleja, porque los consumidores no solo reciben más spam del malo-malo sino también muchos más mensajes que intentan venderles algo. El último análisis de Axios sobre la cuestión, aunque parte de los datos del mercado estadounidense, es perfecto para comprender esta situación.

Los datos de Axios no parten de lo que hacen las marcas, sino los cibercriminales. Los ciudadanos están siendo sepultados por una montaña de spam, ya sean mails maliciosos, llamadas indeseadas, posts en redes sociales no deseados y mensajes de texto con intenciones cuestionables.

Como señalan en este medio, todas las formas de spam han ido en aumento. "Hay un largo número de players en todo el mundo intentando colar spam en la red desde casi un múmero infinito de puntos de entrada todo el tiempo", apunta Will Maxson, director asistente de la FTC, al medio estadounidense.

Enviar spam - y ocultar la identidad - es muy fácil, por lo que lanzarse en masa a por ello es factible y sencillo. Las robocalls de spam han subido más en el último mes que en los seis precedentes (¿y quién no ha recibido alguna vez a este lado del Atlántico una de esas llamadas falsas de atención al cliente del ordenador?) y los números de posts en redes sociales que venden timos - lo más habitual ahora son las inversiones en criptomonedas cuestionables - están en máximos.

Al mismo tiempo que estos mensajes ilegítimos crecen, de forma paralela las marcas también están insistiendo con sus mensajes una y otra vez en los consumidores. Los buscan en todas partes, desde el email marketing al feed de su red social favorita. Por supuesto, sus mensajes son de verdad, no como los de los cibercriminales, pero todos se mueven en el mismo universo, lo que cambia cómo se reciben.

Las consecuencias de esto

Por un lado, todos estos mensajes - los legítimos y los ilegítimos - están saturando a los consumidores. Los están hundiendo en una pila de ruido, lo que hace que tiendan a prestar menos atención a todo.

Esos consumidores saturados pueden directamente no querer saber nada de nada, por lo que no es solo que los mensajes insistentes de las marcas convivan con los mensajes ilegítimos de los spammers sino que el exceso de unos y otros lleva a que los internautas los ignoren todos.

El problema no es solo que los consumidores no lean o vean lo que la marca quiere decirles, sino también que la percepción cambia. Al fin y al cabo, también hablamos de spam cuando hablamos de este exceso de mensajes de marca, aunque no lo sea exactamente.

Y, quizás más crítico, esta mezcla de exceso de mensajes de marcas y exceso de mensajes ilegítimos tiene un serio efecto en la credibilidad. Los consumidores pierden la confianza en lo que les dicen, sea por el canal que sea, porque, por contagio, todo parece mucho menos creíble.

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