
Por Redacción - 15 Enero 2018
Si algo le ha ocurrido a la televisión en los últimos años es que ha quedado más claro que nunca que la vieja reina de los hogares no está en la mejor situación. Por un lado, su atractivo para las audiencias está cayendo frente al peso emergente de internet y de las herramientas que está lanzando para acceder a los contenidos bajo demanda. La competencia de los canales de la tele no es ya otro canal de tele, sino las plataformas VoD y las ofertas de vídeo online. Los consumidores quieren ver los contenidos cuando quieren y del modo en el que les apetezca.
Por otro lado, las cosas no son tampoco fáciles para la televisión en lo que a relación con los anunciantes toca. El hecho de que sus audiencias se estén resintiendo no ayuda, pero tampoco el que la televisión no haya cambiado el modo en el que vende la publicidad en los últimos años. El trabajo de los anunciantes en lo que respecta a la tele sigue siendo igual que lo era hace décadas: los anuncios se compran y se venden como se hacía décadas atrás.
Y esto es un serio problema, ya que los anunciantes se han acostumbrado a herramientas más sofisticadas y resultados más eficientes. Internet los ha acostumbrado a poder comprar una segmentación precisa y también a tener datos mucho más eficientes y claros de quién ve qué y cuándo lo hace.
Por ello, a la televisión no le ha quedado más remedio que reinventarse y que empezar a probar con nuevos formatos publicitarios. En los últimos años han probado con formatos programáticos, pero el camino aún está por recorrer.
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