Por Redacción - 15 Febrero 2021
La televisión ha tenido serios problemas en la última década. Las primeras muestras arrancaron en el mercado estadounidense, donde los llamados cortadores de cable se convirtieron en una tendencia al alza. Estos consumidores dejaban sus servicios de televisión por cable - de pago y la forma más popular de acceder a la televisión en el país - decididos a eliminar el coste que esta tenía y porque lo que la tele ofrecía ellos lo encontraban en otro lugar.
Las plataformas VoD se convertían en su espacio para acceder a los contenidos, puesto que eran más baratas, daban un servicio que les gustaba más (todo se podía ver bajo demanda y sin pausas publicitarias) y no necesitaban la avalancha de canales disponibles en las plataformas de cable. Para los millennials, en muchas ocasiones ni siquiera había el paso intermedio. Directamente nunca conectaban la televisión por cable.
Fuera de Estados Unidos, los responsables de las televisiones indicaban que no era un problema que ellos fuesen a tener. Las televisiones europeas recordaban que su modelo era el del visionado gratis y con anuncios, por lo que la experiencia era distinta y su público también. Sin embargo, pocos años después, la tendencia de los cortadores de cable llegó también a Europa. No se abandonaba la tele de pago porque no se tenía, pero sí se dejaba de ver televisión lineal porque el streaming daba los contenidos que interesaban.
Mientras todo esto pasaba, las televisiones se refugiaban en un elemento que el streaming no podía captar. Las plataformas bajo demanda no tenían los deportes, el gancho que usan muchos gigantes audiovisuales para captar audiencias (y con el que las operadoras de telecomunicaciones mantienen a muchos abonados), ni los grandes eventos en directo. Todo ello seguía siendo algo que obligaba a sentarse ante la televisión.
Pero ¿pueden las televisiones seguir aferrándose a estos elementos como línea de salvación ante los cambios de hábitos? ¿Siguen los espectadores sentándose ante la tele para ver las cosas en momentos concretos?
La respuesta a esas preguntas podría no ser muy satisfactoria para las televisiones y para el futuro de sus emisiones. Por un lado, la gran batalla futura del streaming van a ser los deportes. En algunos mercados ya han aparecido plataformas especializadas en contenidos deportivos y en otros algunas de las de VoD ya existentes han comprado los derechos de emisión de deportes o campeonatos clave. Por ejemplo, Amazon Prime Video tiene los de rugby en Reino Unido.
Por otro, las audiencias de los grandes eventos en directo, los de sentar delante del televisor a millones de personas, ya no son exactamente seguros. No hay más que pensar en lo que ocurrió en las últimas uvas de Fin de Año: una emisión en Twitch de uno de sus más reconocidos usuarios en España logró mejores datos que los que tuvieron las campanadas en varias televisiones tradicionales. Los Oscar llevan los últimos años acumulando titulares de ha sido la edición con la audiencia más baja de su historia.
Las grandes emisiones deportivas no ofrecen tendencias mejores. Los datos de las audiencias de la Super Bowl son el último indicador de cómo están cambiando los patrones de visionado. La final del campeonato, uno de los eventos que suele concentrar a mayores cantidades de audiencia en directo en EEUU y el que tiene por ello los anuncios más caros del mundo en la televisión, ha cerrado este año con una caída histórica de espectadores.
Ante los televisores se sentaron 96,4 millones de personas, la cantidad más baja desde 2007 (cuando tuvo una audiencia de 93,1 millones de personas) y por debajo de la marca de los 100 millones de espectadores.
La cadena a la que le tocaba la retransmisión este año, CBS, ha intentado, eso sí, posicionarlo también en streaming, emitiéndolo en su plataforma de visionado online. Según sus datos, tuvo una media de 5,7 millones de espectadores por minuto. La experiencia, aun así, no fue todo lo positiva que podría haber sido. La app tuvo diferentes problemas durante el tiempo de visionado, fallando a los espectadores.
La final de Super Bowl no es la única que ha mostrado un retroceso. Las audiencias de los grandes eventos deportivos han mostrado una tendencia a la caída en la última década. Los deportes mayoritarios han perdido peso en las pautas de visionado, especialmente entre los espectadores más jóvenes, y 2020 y todos los problemas que ha generado el coronavirus solo han acelerado el proceso. Los números demuestran que le ocurre hasta al fútbol en España, por mucho que sea considerado el deporte rey.
Aunque el fútbol sigue encabezando los rankings de lo más visto, en términos de cuota de pantalla ha empeorado resultados. En España, como recoge El Confidencial, voces de la industria apuntan a que la caída viene vinculada a que se ha quemado al aficionado con decisiones más orientadas a maximizar ingresos. Por ejemplo, es lo que ha ocurrido con los horarios. "Solo nos falta que pongan partidos los domingos a las 10 de la mañana y lo señalen como el partido de los churros", le decía al medio Augusto César Lendoiro, el antiguo responsable del Deportivo.
Pero quizás no se trate solo de un problema de estrategia de LaLiga sino también de un efecto derivado del cambio generacional. Uno de los elementos que ha empujado el boom de los eSports es, justamente, que los jóvenes no conectan igual con los deportes tradicionales.