Por Redacción - 21 Noviembre 2022

La televisión lineal ha tenido que enfrentarse a un cambio profundo en cómo funciona el mercado y qué papel tienen en ello en los últimos diez años, año arriba año abajo. Si en el cambio de siglo – y por mucho que internet fuese la estrella emergente – la televisión tradicional seguía dominando con fuerza. Era el medio más popular, el que tenía buenas audiencias y, sobre todo, el gran favorito de los anunciantes, que querían llegar a esas audiencias y que además conocían muy bien el soporte y sus requerimientos.

Sin embargo, las cosas estaban llamadas a cambiar. No solo internet se fue haciendo más y más popular y robando cada vez más tiempo y atención (tanto que ver la televisión empezó a ser algo que se hacía con un smartphone en la mano), sino que además las audiencias y el tirón de la televisión empezaron a declinar. Dado que las plataformas de streaming se iban haciendo cada vez más populares y que tenían cada vez más tirón y gancho, también iban acumulando más espectadores. Los grandes programas con impacto en la cultura popular salían de ahí.

La televisión – que en España ha ido sumando su prime time cada vez más tardío y la fatiga de unos espectadores que no quieren tener que trasnochar hasta la madrugada para ver sus programas favoritos – perdió fuelle. Las audiencias cambiaron y la tele se quedó como un refugio para las audiencias de más edad.

Por tanto, los anunciantes empezaron a cambiar de estrategia y a dar menos peso y menos interés a la televisión. Internet iba, de forma paralela, creciendo y creciendo. En los últimos años, la tele ha atravesado una crisis de ingresos, mientras internet la adelantaba como el primer destino para la inversión publicitaria.

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