Por Redacción - 24 Agosto 2016
Uno de los grandes problemas de las marcas y uno de los grandes problemas de los medios de comunicación en internet es el boom de los trolls. Los trolls son aquellos usuarios que aprovechan cualquier ocasión para lanzar sus comentarios malvados y malintencionados en la red. Son como el clásico vecino que usa cualquier momento para envenenar las relaciones en el edificio y para malmeter, pero multiplicados por una cifra muy elevada y con temas y aspectos mucho más graves que el que no le gusten los nuevos buzones que ha puesto la comunidad. Los trolls son un problema mucho más serio, ya que sus actividades y sus palabras suelen estar más cerca del acoso y del ataque que del simple comentario malicioso.
Comprender qué son y por qué lo son es uno de los temas que han obsesionado a los analistas de la red desde hace mucho tiempo. Hay quienes han intentado comprender las motivaciones psicológicas detrás de los comportamientos troll y quienes han intentado desenmascararlos (y a veces se encuentran con sorpresas: un periodista había descubierto que el brutal troll que lo acosaba era el hijo adolescente de unos amigos). Un estudio de The Guardian usó su histórico de comentarios para, empleando herramientas de big data, llegar a conclusiones sobre qué motiva a los trolls y qué es lo que hace que actúen más y más agresivamente. Sus conclusiones demostraron científicamente algo que los periodistas online siempre habían sospechado. Ciertos temas son los favoritos de los trolls y también son mucho más agresivos y despectivos cuando la información está firmada por una mujer.
Las posiciones de los trolls han ido viviendo además una escalada en los últimos años, ya que las redes sociales se han convertido sorprendentemente (y a pesar de que en teoría hacen que quien habla se presente con su nombre) que los trolls tengan un nuevo campo de batalla y que sus actividades se conviertan en mucho más virales y sobre todo que se conviertan en una especie de acción colectiva, haciendo que la amenaza de uno desemboque en una suerte de quema de brujas colectiva. Ahí están todos esos casos en los últimos tiempos de personas (especialmente personajes famosos) que han dejado las redes sociales hartos de ataques racistas o misóginos. Como apuntan en un largo análisis en Time, que se ha centrado en el fenómeno de los trolls, estos ataques crecientes están, posiblemente, hipotecando la red.
Y, sobre todo, porque el troll está más lejos de ser un monstruo de lo que gusta pensar cuando se analiza cómo son y por qué lo hacen. Como explica una profesora de literatura y experta en la cultura mainstream y el "trolling", se tiende a pensar que son personas sin ética y sin moral que van por ahí atacando sin piedad, cuando en realidad es más probable que sean personas normales y corrientes que lanzan comentarios que en su momento le parecen graciosos (y no lo son).
A todo esto hay que sumar un cierto punto narcisista. Como explica en el análisis quien fue responsable de una cuenta política falsa que se dedicaba a incendiar la red con comentarios muy conservadores, el pico de interés que despertaban sus comentarios acabó convirtiéndolo en una suerte de adicción. A esto suma que cuando empezó a publicar estaba en un momento muy bajo de su vida y esto se convirtió en un elemento dinámico, una suerte de mejor vida y más emocionante, que vivía en la red. Como concluye una youtuber que decidió investigar a los trolls, los trolls no odian a una persona concreta tanto como les gusta el juego de odiar a la gente en general.
Además, los trolls tratan cada vez más temas y están consiguiendo que, con sus acciones en redes sociales, ciertos temas estén logrando una atención que no habían tenido de otra manera. No hay más que ver lo que ocurre con el "día del hombre" cada vez que se celebra el día de la mujer. Y no solo eso: como concluyen en el artículo de Time están haciendo que expresar en alto opiniones poco aceptables esté siendo cada vez más socialmente aceptable.
Todo esto está cambiando las dinámicas sociales y está haciendo que ciertas cosas que jamás se hubiesen aceptado estén empezando a ser bastante normales, una suerte de "peligros de la red". Como apuntan las propias periodistas de la revista Time, que hizo una encuesta interna entre sus periodistas sobre los trolls y sobre si por culpa de ellos se autocensuran (y sí, los periodistas evitan hablar de ciertos temas porque ya saben lo que les espera), los periodistas (hombres) no son realmente conscientes de lo que las periodistas (mujeres) dan por hecho que aparecerá siempre en los comentarios de sus noticias.
Los medios de comunicación intentan añadir sistemas de bloqueo o de moderación que limiten el impacto del problema. Las redes sociales intentan también acabar con los trolls, aunque no lo consiguen (y sí consiguen, por otra parte, conseguir muchas críticas de sus usuarios: al fin y al cabo, ¿cómo pueden ser capaces de censurar una foto y no hacerlo con los discursos de odio?).
Twitter acaba de anunciar que permitirá a sus usuarios emplear sistemas de filtrado para limitar que se les sirvan en el feed mensajes duplicados, de poca calidad o automatizados y limitar también las notificaciones que reciben, pero lo cierto es que parece simplemente un parche para acabar con un problema mucho más grande que eso.