Por Redacción - 18 Noviembre 2016
Uno de los cambios sociales más importantes de los últimos años, al menos en lo que toca a acceso a medios y a contenido y demografía, está en cómo la tele ha perdido su condición de epicentro del entretenimiento y cómo se ha convertido en un elemento más en los hogares, superado por una nueva incorporación con un aspecto más glorioso. La televisión ha perdido fuelle por culpa de internet y ha visto cómo sus audiencias pasaban no solo a compartir sus tiempos con la recién llegada sino también a directamente cambiarla.
Y uno de los públicos en los que este cambio se está notando más en el de las capas más jóvenes de la sociedad. Millennials y miembros de la Generación Z son los espectadores que lideran el cambio y que se han convertido, por tanto, en uno de los grandes quebraderos de cabeza de las televisiones, que están viendo como los consumidores de estos grupos demográficos dejan de ser progresivamente sus espectadores (para desesperación de sus equipos encargados de vender publicidad). Pero lo cierto es que el cambio no es solo una cuestión millennial o de adolescentes, sino que es una fractura generacional mucho más amplia. Es un cambio que modifica por completo cómo se accede a los contenidos y en el que hay un antes y un después. A los adolescentes y a los millennials se les unieron, de hecho, los niños en esta tendencia.
Los niños eran, tradicionalmente, uno de los públicos clave de la tele y uno de los que pasaba más tiempo delante de la pantalla, tanto, de hecho, que los analistas y los expertos se preocupaban por si se estaba produciendo un exceso de consumo de contenidos televisivos y sí, por tanto, los niños pasaban demasiado tiempo delante de la tele. Coger un periódico o revista de los 90 permitirá encontrar, de hecho, y muy fácilmente un montón de artículos analizando cómo la televisión se había convertido en una niñera y cómo los niños desperdiciaban su tiempo ante la "caja tonta" en vez de socializar y bajar al parque.
Los niños, como han ido demostrando unos cuantos estudios elaborados en unos cuantos países, ya no pasan demasiado tiempo delante de la "caja tonta", porque ahora han encontrado algo mucho más atractivo. Los niños dedican ahora mucho más tiempo a estar online del que dedican a ver la televisión y, en este nuevo orden de cosas, YouTube se ha convertido en su principal fuente de entretenimiento. La conclusión se podría establecer en muchos mercados y partiendo de la observación de niños de muchos lugares, pero, en este caso, llega desde Reino Unido, donde un estudio de Ofcom (el equivalente a la antigua CMT en España) ha analizado las pautas de comportamiento de este grupo de edad.
Las conclusiones es que los niños ven cada vez más y más contenidos online.
Los niños entre 5 y 15 años aumentaron la media de consumo de contenidos online durante el último año en una hora y 18 minutos. Ahora dedican una media de 15 horas a la semana a internet. Las cifras son también muy altas cuando se baja la escala. Los niños en edad preescolar también dedican mucho tiempo a la red: los niños de entre 3 y 4 años invierten una media de 8 horas y 18 minutos a conectarse a la red a la semana, una subida de 90 minutos frente a los datos del año anterior.
Y, frente a estos datos, los tiempos de consumo de televisión han caído. Si hace un año se llevaba 14 horas y 48 minutos a la semana, ahora está en las 13 horas y 36 minutos de media.
¿Por qué dedican tanto tiempo a internet? La clave está en YouTube. Los niños acceden de forma masiva a esta red de vídeos. De hecho, el 73% de los niños de entre 5 y 15 años son usuarios de YouTube. Incluso en la horquilla más baja el peso de YouTube es también muy elevado. Un 37% de los preescolares accede también a YouTube para ver series de dibujos y películas cortas.
Teniendo en cuenta que cada vez más de estos niños tienen su propio smartphone (era un 35%, ahora es un 41%) y que muchos de ellos acceden a través de un tablet (un 34% de los preescolares de entre 3 y 4 años tiene su propia tableta) las cifras irán en progresivo aumento en el futuro y tendrán aún un mayor impacto en las pautas de consumo de contenidos. La televisión no tiene, por tanto, un futuro muy sencillo.