Actualmente estamos sumergidos en un contexto de crisis que debemos afrontar desde una perspectiva radicalmente diferente a lo que la mayoría están acostumbrados a hacer. La pregunta que todos se plantean erróneamente es: ¿qué se puede hacer para sobrevivir a tiempos difíciles? Y la respuesta es más simple de lo que a priori puede parecer. En primer lugar, no se trata de sobrevivir, sino de aprovechar el contexto para crecer; y en segundo lugar, no son tiempos difíciles, sino una coyuntura idónea para innovar e introducir cambios. Con esta sencilla fórmula se plantea la disciplina del periodismo su futuro.
No es nada nuevo. La aparición de la radio, y posteriormente, la televisión, supuso un fuerte golpe para la prensa escrita que provocó que esta, lejos de desaparecer, se reinventara. Ahora, más que nunca, también lo hace porque el periodismo ha encontrado el futuro en la gran revolución que ha supuesto Internet para la sociedad de nuestros días. Hasta hace relativamente pocos años solo unos cuantos tenían ordenador en casa, y de estos pocos, solo los más privilegiados tenían acceso a la red. Hoy en día, el número de usuarios de la red se ha multiplicado infinitamente y prácticamente la totalidad de la población puede acceder a ella a diario, en cualquier lugar y a través de cualquier dispositivo.
La información en la red supone, en primer lugar, una ruptura del tiempo y el espacio. Es decir, ya no hace falta esperar al día siguiente para conocer lo que ha ocurrido el día anterior, y además, no necesitamos un soporte físico, pues la pantalla del ordenador nos informa al instante de todo lo que ocurre en el mundo y las noticias van actualizándose con la incorporación de datos, testimonios, imágenes, vídeos, sin ningún tipo de barrera. Además, la red ofrece espacios de discusión en el que el lector puede mostrar su opinión sobre la noticia para que los demás usuarios la puedan conocer y rebatir. Este grado de interactividad democrática es un plus añadido que solo puede ofrecer la red, por lo tanto, es un avance periodístico al que es imprescindible adaptarnos. Otra de las ventajas de la era digital es el almacenamiento de datos del lector. De esta manera, el periódico conoce los gustos de sus receptores y les ofrece a ellos lo que quieran leer, aquello que más les interesa.
Por otra parte, la inestable situación económica que atraviesan muchas organizaciones ha provocado una caída de los ingresos publicitarios de los diarios, que unido a la escasez de monedas en los bolsillos de la gente, ha significado un descenso significativo de las ventas. Sin embargo, lejos de esta situación cíclica, la verdadera crisis del periodismo se encuentra en que la adaptación de este a las nuevas tecnologías ha provocado una trivialización de la realidad y una banalización de las noticias, es decir, los lectores consumen todo tipo de información sea cual sea su importancia, contenido y fiabilidad de la fuente.
La manera de comunicarnos e informarnos ha ido evolucionando desde el siglo XVII. Si en aquella época los gondoleros de Venecia vendían hojas manuscritas en las que todo, incluido farsa y ficción, tenía cabida para informar a la sociedad, la revolución que vivimos hoy nos traslada a esa prehistoria del periodismo, pues se mezclan las verdaderas noticias con los rumores y las invenciones. Es por ello que el reto consiste en que el nuevo lector de prensa aprenda a olfatear periodísticamente y distinga de quién puede fiarse, además de tener la obligación moral de contrastar por él mismo la información que recibe en diversas fuentes electrónicas.
Como bien resumió Javier Moreno, director del diario “El País”: "Un periódico no es su papel, es su mirada compartida con los lectores”.