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Por qué la prensa de papel ya está muerta y su publicidad también

Los anunciantes invierten cada vez menos en papel y los medios dependen cada vez más de subvenciones

Por Redacción - 4 Abril 2017

Los periódicos en papel han sido uno de los tradicionales signos de la vida moderna. Su popularización en el siglo XIX marcó el comienzo del acceso general a la información e hizo que los ciudadanos se convirtiesen en personas informadas, en gente que tenía la realidad al alcance de la mano. La prensa logró convertirse en un poderoso actor social y en un elemento muy atractivo para las marcas y las empresas que querían aparecer en ellos para llegar a sus potenciales consumidores. Pero el paso del tiempo ha cambiado las cosas y los periódicos de papel ya no son lo que eran. Sus cifras de lectores han caído, las empresas que los editan han visto cómo sus cuentas se convertían en una especie de agujero negro de pérdidas y ajustes y los lectores han empezado a ver a otros medios como el elemento moderno y atractivo que será su fuente de información.

La caída de la prensa de papel y sus problemas suelen ligarse recurrentemente a internet. Se dice que ha sido internet, con su todo gratis, quien ha hecho que los periódicos se tambaleen, aunque lo cierto es que eso supone una visión muy simplista de las cosas. De hecho, un estudio demostraba que internet no es el culpable de la muerte de los periódicos, ya que por un lado supone mezclar churras con merinas y por otro supone reducir la crisis de la prensa. Los periódicos llevan en crisis desde 1980, cuando internet no existía.

En realidad, la prensa de papel tendría que hacer un poco de autocrítica y ser capaz de ver en su día a día los fallos que han ido arrastrando al sector a la crisis. El panorama de los medios de papel, y se podría mirar directamente a lo que ocurre en España, está lleno de prácticas y de realidades que han lastrado su día a día y su situación como negocio. La precariedad de los periodistas, por ejemplo, no ha hecho mucho por hacer de los periódicos productos mejores. Un periodista que tiene que hacer millones de cosas no hará una cobertura de calidad. Este problema ni siquiera es nuevo. En 1915, un alto directivo de la industria ya apuntaba que era necesario pagar más a los periodistas. Y por aquellas mismas fechas los propios periodistas tenían que buscarse colocaciones públicas (colocaciones públicas que muchas veces eran solo nominales) para poder llegar a final de mes.

Pero más allá de ese problema, los periódicos tienen completos daños estructurales. Muchas cabeceras no han sido nunca rentables o han tardado demasiados años en serlo, lo que hace que dependan demasiado de ciertos anunciantes o lo que arrastra esa realidad precaria año tras año. Los medios en papel ni siquiera tienen una distribución completamente buena que les permita llegar a todos los lectores potenciales con los que podrían conectar. La prensa económica no llega a todas las ciudades y algunos periódicos de Madrid, a pesar del peso que se les da en la agenda política, son completamente irrelevantes para los lectores del resto de España.

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