Por Redacción - 12 Noviembre 2019
Uno de los grandes puntos de tensión en lo que llevamos del siglo XXI está siendo el destino de la prensa diaria de papel. La irrupción de internet ha hecho que las posiciones que ocupa se hayan vuelto mucho menos estables y la crisis económica de hace unos años se ha convertido en una especie de golpe de gracia, ya que redujo su peso en el mercado publicitario e hizo que los anunciantes se volviesen mucho más exigentes con lo que sacaban de su inversión publicitaria.
Sin embargo, estos elementos no operaban solos. Aunque los últimos años y las condiciones que impusieron tuvieron un efecto negativo en las cuentas de los periódicos, la situación ya venía de atrás y ya la prensa había sufrido las consecuencias de los cambios en los hábitos de consumo de noticias. La televisión, por ejemplo, ya había impactado en sus audiencias y también había cambiado los hábitos de inversión publicitaria.
Los problemas de la prensa no están únicamente ligados a lo que internet "les roba", sino también a sus propios problemas estructurales. La prensa sigue publicando contenidos como si no hubiese una edición online que los hace menos relevantes, al tiempo que ha reducido plantillas durante la crisis lo que ha llevado a ediciones más superficiales y con menos páginas. El periódico ha perdido calidad (mientras no pocos pure players de la red la han ganado) y con ello atractivo para sus lectores potenciales.
A eso hay que sumar que en ocasiones depende demasiado de la publicidad institucional o de grandes compañías y que eso ha llevado a que la información pierda calidad y a que los consumidores confíen mucho menos en lo que publican.
Los grandes medios lanzaron - y muchos de ellos muy pronto - cabeceras online paralelas a sus versiones offline. Sin embargo, no siempre vieron a la versión online como algo crucial y no siempre la cuidaron como merecía. Para no pocos de esos periódicos de siempre, el papel era lo importante e internet era simplemente algo complementario y poco relevante. Eso ocurría incluso cuando el papel ya estaba empezando su colapso y cuando la versión online seguía creciendo en cifras de usuarios pero también en cifras de inversión publicitaria.
Y ahora mismo, de hecho, ya hay cabeceras que viven de sus versiones online y, en las que no, los ingresos ya están igualados. Puede que el papel se lleve todavía esa suerte de fama de lo importante, pero ya no es, ni de lejos, lo que sostiene a las industrias mediáticas españolas.
Las últimas cifras de ingresos publicitarios de los periódicos españoles lo deja ya claro, como demuestran los números que publica El Español. En los periódicos económicos y en los deportivos, la facturación que generan sus versiones digitales supera ya a la que hacen las versiones en papel (de hecho, se podría sumar a estas cifras que los económicos no tienen una distribución, en algunos casos, que llegue ni siquiera a todo el país).
En la prensa tradicional, la situación no es tan abrupta, pero si ya equilibrada. La mitad de sus ingresos por publicidad llega casi ya de la versión digital, mientras la difusión de la edición impresa sigue cayendo lo que imagina a pensar que los anunciantes renunciarán todavía más a esos espacios publicitarios en el futuro inmediato.
Ahora mismo, el 41% de todos los ingresos que generaron los periódicos de papel asociados a la AMI (teniendo en cuenta en esa cuenta la prensa generalista, la autonómica, la deportiva y la económica) llega ya de sus versiones online. La cifra muestra una clara tendencia al alza. Hace ahora un año, internet era el 36% de esos ingresos publicitarios, demostrando su acelerón.
Para cabeceras como El País o El Mundo, según los datos que maneja el diario, internet ya aporta más ingresos que el papel. De hecho, si se elimina de las cuentas a la prensa autonómica-local (que depende todavía de forma elevada del papel en publicidad), la cuenta cambia y el peso de la versión online se ve todavía más claro.
¿Harán estas cifras que los responsables de los periódicos prioricen a partir de ahora su edición online?