Por Redacción - 15 Junio 2021
En el universo de los medios impresos, los periódicos se han convertido en una suerte de paradigma de todo lo que está fallando. De ellos es de quienes se habla cuando se analiza la crisis de la prensa de papel y es a ellos a quienes se acaba apelando cuando se aborda, por ejemplo, cómo han ido cerrando progresivamente los quioscos.
Comprar el periódico era un ritual cotidiano para una parte importante de la población, pero ha ido perdiendo fuelle durante las últimas décadas. Los periódicos han perdido tirada y también anunciantes. El año pasado, justo antes de la crisis del coronavirus, los análisis ya apuntaban que ese año sería uno de caída histórica en la distribución de los periódicos. Algunas cuentas concluyen que durante el año de la pandemia perdieron todavía más dinero: unos 300 millones de euros se esfumaron por culpa del complicado contexto.
Pero, aunque los periódicos son los que se suelen mencionar cuando se habla de esta complicada situación, la prensa no está sola en la crisis del papel. En los quioscos también se vendían muchas otras cosas, como las revistas. Semanales o mensuales, las revistas formaban parte de una suerte de resistencia.
Mientras la crisis de los periódicos había empezado mucho antes, las revistas se mantenían como un producto de nicho, de una cierta calidad y, sobre todo, con un poder de captación de anunciantes todavía muy elevado. Las marcas seguían metiendo páginas de publicidad en las revistas a pesar de todo.
Sin embargo, la crisis ha llegado ya también a las revistas. No hay más que observarlas en cualquier quiosco para verlo. Algunas, de tradicional salida mensual, han tenido números bimensuales en los últimos meses. Las revistas son, además, mucho más finas de lo que era habitual, lo que denota mucha menor carga publicitaria (es lo mismo que les pasó a los suplementos dominicales durante el primer momento de la pandemia).
Las noticias sobre los grandes grupos de medios que publican las principales revistas es España han estado dominadas en las últimas semanas por la negociación de EREs. Tanto Hearst como Condé Nast han cerrado procesos de regulación de empleo para sus plantillas españolas, que encajaban con los movimientos que habían hecho en otros mercados.
¿De dónde viene la crisis de las revistas y por qué parece que ahora están colapsando unas tras otras? En primer lugar, las revistas se han mantenido como una especie de resistencia del papel y han tardado en digitalizarse, al menos lo han hecho mucho más que los periódicos. Sus versiones en papel, como podía comprobar cualquiera que las leyese en una o en otra edición no hace mucho tiempo, parecían secundarias y poco relevantes.
En segundo lugar, las revistas han perdido lectores y también - lo más doloroso para sus cuentas - anunciantes, como apuntan en un amplio análisis en eldiario.es. "La venta es importante, pero quien deja pasta es la publicidad", le explica una persona que había trabajado en una revista, ya cerrada, al medio digital. Una página publicitaria se pagaba a 12.000 euros y la revista en cuestión, Ragazza, llevaba entre 40 y 45 páginas de anuncios. Lo que mantenía a la cabecera no eran tanto las personas que la compraban en quiosco, como los anunciantes que llenaban sus páginas de anuncios.
Quien haya leído una cabecera como Vogue en sus años de bonanza publicitaria no tan lejanos lo sabrá: cuando se abría la revista y se empezaban a pasar páginas parecía que se había comprado un catálogo de anuncios. Las cuentas de eldiario.es señalan que, en esos buenos tiempos, las revistas de moda podían llevar 80 páginas publicitarias, que se cotizaban a entre 15.000 y 40.000 euros por página.
Las cosas están muy lejos de esos años dorados. Desde 2007, siempre según las cuentas de este medio, las editoras de revistas han perdido el 53% de su facturación. De las editoras de revistas españolas, en 2019, solo dos cerraron con beneficios. Fueron Hola y RBA.
No es solo que hayan perdido anunciantes, sino que además también están pinchando en lectores. Desde 2008, las revistas han visto cómo se esfumaban el 60% de todos sus lectores, tanto que algunas han cerrado o clausurado sus ediciones impresas.
Mientras todo eso pasaba, como recuerdan desde el comité de empresa de una de esas editoriales en crisis, las empresas no estaban reinventando su modelo. Seguían aferradas a su modelo de siempre.