En el momento actual, ser emprendedor es realmente un trabajo más de héroes diarios que de mitológicos. Sin embargo, además de otras estrategias empresariales, en ayuda de esta aventura, contamos con la ventaja competitiva que nos proporcionan los derechos de Propiedad Industrial e Intelectual, los cuales aumentan el valor comercial de nuestra empresa y, cuya buena gestión, suponen atractivos ingresos para recuperar la inversión iniciada.
La Propiedad Industrial forma parte integrante de nuestra realidad más inmediata. Cualquier producto o servicio que utilizamos de manera habitual es el resultado de importantes innovaciones y mejoras que deben ser protegidas a través del sistema de patentes. Paralelamente, nuestras compras se ven claramente influenciadas por el nombre que el producto tiene en el mercado, su marca, así como por lo atractivo de su diseño. Ambos nos incitan a su adquisición y, nos ofrecen como consumidores la calidad y expectativas deseadas.
Ahora bien, cómo el célebre Hércules, tanto si nos vamos a enfrentar al león de Nemea de nuestros competidores como a la Hidra de los infractores, debemos ser cuidadosos en analizar cuáles son nuestros trabajos y adoptar las medidas de protección, de gestión y de defensa necesarias para no cometer errores de principiante que nos puedan costar un desalentador fracaso en nuestra ardua lucha empresarial.
El trabajo número uno y, con carácter general, consiste en evaluar e integrar la propiedad industrial dentro de la estrategia comercial de nuestra empresa, protegiendo sus recursos y conocimientos, asegurándonos el éxito gracias a la exclusividad que nos otorgan el registro de marcas, patentes, diseños, páginas web, nombres de dominios y otros derechos sobre intangibles.
El segundo trabajo es el de confirmar que la información comercial de la empresa no circule libremente. Los datos financieros, de comercialización y toda otra información considerada de dominio privado, esto es, los llamados secretos comerciales, deben ser protegidos a través de la firma de acuerdos de confidencialidad.
El tercero es cerciorarse de que cualquier invención patentable se mantenga en secreto y no sea divulgada o publicada antes de que la solicitud sea presentada en la Oficina de Patentes. Así como recordar la obligatoriedad del pago de las anualidades correspondientes para mantener en vigor los derechos de exclusividad.
Con respecto al cuarto, las marcas proyectan la imagen y reputación de nuestra empresa, por lo que debemos prestar especial atención al estudio y análisis de nuestra cartera de marcas y realizar cuantos registros sean necesarios para impedir que terceros se aprovechen de nuestro esfuerzo, confundiendo a los consumidores y ofreciendo productos y servicios de una calidad inferior.
Si nuestra actividad emprendedora nos lleva hacia el exterior, colocándonos como a nuestro héroe en el lejano Jardín de las Hespérides, el quinto trabajo será tener en cuenta que la protección no es universal. Su registro en España o en la Unión Europea no implicará de manera automática la protección en todo el mundo, haciéndose imprescindible acudir, a través de las herramientas jurídicas adecuadas, a todos y cada uno de los mercados de exportación a los que nuestros productos van a llegar. Debemos prestar también atención a todos aquellos que, siendo potenciales, podríamos considerar conflictivos por sus características propias. Ello nos evitaría sorpresas en mercados como el chino.
Es entonces cuando el sexto trabajo cobra todo su sentido, el de seleccionar marcas adecuadas que no tengan connotaciones negativas de carácter local o resulten poco distintivas o engañosas en la lengua de origen.
El séptimo nos lleva a verificar a través de informes si una marca o una tecnología ya han sido registradas o utilizadas por nuestros competidores. No solamente para evitar infringir derechos de terceros, sino también para realizar un seguimiento de la competencia y evaluar las posibilidades de entrada de nuestros productos o servicios en un determinado mercado.
En estrecha relación con el anterior y ya en nuestro octavo trabajo, debemos vigilar el mercado. Por un lado, y ya citado, para asegurarnos que no se produzca una infracción de nuestros derechos, ni infrinjamos los derechos de otros. Por otro, para plantearnos la contratación de servicios de monitorización de redes sociales que son un buen termómetro del éxito de nuestros productos y servicios entre los consumidores.
Revisar habitualmente las innovaciones y cambios de nuestros productos para proteger todas esas mejoras y novedades, así como las actualizaciones y versiones de las marcas en un mercado publicitariamente tan activo, se convertiría en nuestro noveno trabajo.
El décimo, nos recuerda que nuestros activos de propiedad intelectual nos pueden servir como garantía de un préstamo si buscamos financiación para nuestra empresa y, en todo caso, que éstos son un buen indicador de nuestras posibilidades con una cartera de valores correctamente gestionada.
Cuando los recursos nos llevan a compartir con otras empresas conocimientos y recursos, el undécimo trabajo cobra protagonismo, ofreciéndonos la posibilidad de negociar beneficiosos acuerdos de licencia o ‘joint-ventures’ con terceras empresas.
Una vez llegados hasta el que será nuestro último trabajo, debemos dejarnos aconsejar y llevar en todo este complejo proceso por profesionales especialistas que conocen el terreno en profundidad. Ni siquiera Hércules hizo todos sus trabajos él solo, sino junto a compañeros y colaboradores que hicieron su camino más sencillo, permitiéndole tomar, como protagonista, las decisiones correctas. La intervención de un experto en la materia, puede ser el tándem perfecto para poner en marcha nuestra estrategia empresarial en materia de Propiedad Industrial. De manera que si la captura del can Cerbero ayudó a Hércules a salir de los infiernos, la revisión de éste decálogo de trabajos nos puede ayudar como emprendedores a salir también victoriosos de la tan traída batalla contra la crisis.