Es difícil ponerse a escribir cualquier cosa sobre actualidad y comunicación sin hacer una referencia a la situación económica. Sin embargo, resulta cansino y desalentador oír la palabra “crisis” a todas horas y en todas partes, lo que nos está sumiendo en un desánimo y desaliento que ni la recién llegada primavera parece capaz de conjurar.
Dicen que los enfermos de cáncer pasan por cuatro fases desde el momento en que conocen su estado: negación, indignación, aceptación y reacción o resignación. Con la crisis, creo que aún nos movemos en la fase de aceptación. Aún nos revolvemos con incredulidad contra el golpe que ha terminado con el estado de bonanza que conocimos en las dos últimas décadas. Es cierto que cuesta sustraerse cuando sus consecuencias nefastas siguen ocupando diariamente portadas y telediarios.
Pero no nos quedemos paralizados por el golpe, instalados en la contemplación atónita de los desmanes de algunos y/o en la indignación permanente. Hay que moverse, hay que reaccionar.
Seamos conscientes de que vivimos un momento histórico y que dentro de 30, 40 años, la primera década del tercer milenio seguramente se recordará y se estudiará con el mismo reconocimiento que merece la revolución industrial de hace dos siglos.
Es verdad que todo nuestro eco(nomo) sistema global está sufriendo una tremenda sacudida, y seguramente muchas cosas habrán de cambiar antes de que logremos un nuevo equilibrio. Pero hagamos el sano ejercicio de fijarnos más en lo positivo que en las malas noticias. Hay sectores en crecimiento. Hay brotes verdes que no hacen pradera pero que aportan esperanza y color al paisaje. Están surgiendo nuevas profesiones. Las empresas y profesiones relacionadas con las nuevas tecnologías crecen. El comercio electrónico y la venta directa crecen. Los nuevos medios de comunicación ofrecen oportunidades inesperadas de contacto, de negocio, de promoción, de creación de reputación y de relaciones de confianza.
Es tiempo de cambiar, de moverse, de aceptar retos, de esforzarse y de trabajar. En todos los sectores y en todos los niveles jerárquicos. Es tiempo también de comunicar, de informar, de hablar, de expresar. De relación directa con individuos, con grupos, con personas que expresan sus propias opiniones, no con masas indiferenciadas o con corporaciones anónimas.
Es momento de transparencia, de comunicación más auténtica y sincera. La ocultación, la falsedad, las malas prácticas, las actitudes que evidencian una dudosa responsabilidad, son cada vez más difíciles de sostener porque son rápidamente de dominio público. Tenemos cada día ejemplos clamorosos de ello, veamos sino lo que está ocurriendo esta semana con la Casa del rey, las escopetas y los elefantes.
Estamos ante un paradigma nuevo de comunicación con un potencial que es como una gigantesca ola sobre la que con mayor o menor habilidad intentamos surfear sin saber aún dónde nos lleva. Nunca en la historia había habido tantos medios de comunicación al alcance de tantas personas en el mundo. Cada uno, medios, empresas y personas, estamos ahora obligados a buscar nuestro sitio, a luchar por nuestro espacio en la aldea global.
Si queremos ser escuchados, es tiempo de ser activos, de utilizar los medios imaginativa y positivamente, para crear imagen, inspirar confianza, generar valor, proponer ideas, impulsar cambios. Seguramente también para recuperar valores éticos que habíamos dejado de lado en pos de un frenesí de consumo y de acumulación de bienes. Para ser más honestos, para descorrer rápidamente el velo sobre la impostura y corrupción. Para volver a generar confianza, basada en la transparencia y la autenticidad y evolucionar nuestra democracia. Pero nos tenemos que poner a ello. Todos dentro de nuestra área debemos asumir ya la necesidad de comunicar activa y responsablemente.