No es Internet la primera red que conecta a la humanidad de forma global, pero sí es la que mayor calado ha tenido en toda la historia de la comunicación. En los países desarrollados hay un dominio de la tecnología sobre otros mercados como el del libro, o la prensa. Con cientos de dedos tecleando "whatsapps" y "tuits", ¿cómo ha cambiado esto nuestra forma de escribir? Inmediatez, gran volumen de información, soporte audiovisual, y multi-respuesta al segundo hacen que la comunicación se vuelva poco meditada, necesitada de sensacionalismo para destacar, poco descriptiva, y siniestramente coartada para responder a opinión de una mayoría. Con una comunicación así el estilo de la redacción ha sufrido una metamorfosis, perdonen por el darwinismo, de adaptación al medio.
Sólo haré una breve mención a la "Brecha digital", para no desviarnos demasiado del argumento, pero considero que es indispensable hacerlo. Con la brecha digital trazamos un cambio de generación relevante, el que divide a países desarrollados (tecnológicamente) y los que no, al igual de las diferencias entre adosado y chabola en Madrid capital (por poner una ciudad al azar). Existe una predominancia de los digitalizados sobre la escritura de los no digitalizados, y esto quiere decir que las antiguas formas de escribir, de redactar, quedan enterradas como el castellano de Quevedo, o el de Camilo José Cela.Pero respondiendo a la pregunta que hice en el encabezado, cómo ha cambiado la forma de escribir, bueno la respuesta es sencillamente compleja: La comunicación ahora se asocia a la velocidad de la transmisión de la información. La reflexión, como dije en la introducción, se hace angosta. El lector quiere datos, datos, datos. Esto se ha traducido en la "deconstrucción textual". Los párrafos de ideas ordenadas ahora son líneas numeradas. Titulares como "Las 7 tonterías más grandes que se puedan listar", tiene más efectividad que un titular que no nos indique que vaya a estar ordenado matemáticamente. El consumismo textual nos obliga a que sea un producto de ágil lectura y rápida digestión. Esto nos lleva a la siguiente conclusión.
El titular debe ser más importante que la noticia. La cantidad de información es grande, y así mismo el número de informadores también. La natural lucha humana por ser la voz que más se escuche en la selva conlleva sacrificios. La relevancia de la noticia la determina la necesidad del comunicador. En cualquier tipo de comunicación el aspecto gráfico sustituye a la descripción. Nos parecería absurdo enviar un mensaje a alguien que dijese: "estoy sonriendo en este momento". Eso lo reemplazamos por un ")". Pero además un artículo sin foto es medio artículo, o una análisis detallado sin vídeo no es un análisis. El dicho de "una imagen vale más que mil palabras" toma más sentido que nunca. El vocabulario se reduce, se mezcla, y se crean nuevos términos. Y no es nada nuevo, por ejemplo tenemos palabras como ballet que hemos cogido del francés, o capicúa del catalán. La velocidad con la que surgen nuevos términos es mayor, y exige cada vez más conocimiento de la tecnología para poder comprender neologismos como cederrón, software, etc. La ortografía se arrodilla a la velocidad, una consecuencia más de la celeridad de la información. El lenguaje que surgió como "adaptación a los 160 caracteres de un SMS", ahora continua en mensajes de Facebook, correos electrónicos, y otros medios donde la necesidad de ahorrar caracteres ha desaparecido. La estructura de los textos está desorganizada, así de este modo la redacción ya no es lo que era. Introducción, nudo y desenlace son comidos por lo habituados que estamos a la hipertextualidad. En definitiva el avance conlleva sacrificios, y una de las cosas que dejamos de lado son las viejas costumbres "redactivas". Aún quedan defensores de la lectura analógica de un texto, pero la Era Digital tiene su revolución, sus revolucionarios, y sus perdedores.