Por Redacción - 3 Abril 2017
Los contenidos han entrado en las estrategias de marketing de forma destacada. Para las marcas y para las empresas, los contenidos son una de las pocas fórmulas de llegar a los consumidores en los tiempos que corren. Los usuarios no son nada receptivos a los mensajes de las marcas y, sin embargo, sí lo son a sus contenidos, ya que no los ven de entrada como publicidad y los asumen como un valor añadido. Para los consumidores, por tanto, los contenidos son algo deseable y de valor, algo que les gusta y que buscan (o al menos lo hacen si las empresas han hecho bien su trabajo y han sabido posicionarse con contenidos que no sean simplemente spam).
Pero ¿cómo deben hacerse esos contenidos y qué debe usarse como herramientas para llegar al consumidor y para que esos contenidos les resulten atractivos? A lo largo de los últimos tiempos, no han sido pocos los analistas y los expertos que han dado pautas, han establecido ciertas normas básicas o han dado ciertas recomendaciones sobre lo que no se debería hacer y lo que se recomienda usar.
Los contenidos, además del valor añadido ya mencionado y que debe ser la norma general y básica a partir de la que trabajar, tienen que estar bien escritos y ser de calidad. Además, deben contar historias con tirón y poderosas, haciéndolo además de un modo que permita al receptor conectar con ellas. Esto es lo que hace que en los últimos tiempos sean cada vez más las empresas y las marcas que contratan a escritores, periodistas y profesionales similares y lo que ha convertido al storytelling en una de las habilidades que estos tienen que tener.
Pero, además de todo ello, los contenidos tienen que tener emoción y tienen que generar emociones. Tienen que llegar al receptor a ese nivel y tienen que permitir que se conecte de ese modo.
Cuando se habla de emociones y contenidos, se puede caer, sin embargo, en cierta trampa. Se podría pensar que lo de las emociones significa directamente lanzarse a crear contenidos con cierta temática o con cierto tono. Emociones puede ser traducido (o se podría caer en ello) como lacrimógeno o como una de esas historias que tanto abundan en ciertos medios de superación, tragedia o miserias. Lo emocional no tiene que ser lo que haga llorar. Y esto debe serlo mucho menos cuando lo que se está hablando es de contenido de marca.
Las emociones son la clave para comprender el engagement, ya que son lo que hace que los consumidores conecten con ello y lo que supone además el empujón para que reaccionen ante ellos. Como apunta un directivo de la BBC en un análisis en Warc, comprender cómo opera la respuesta emocional en los contenidos es lo que ayuda a comprender qué es lo que genera el engagement y lo que permite crear contenidos mucho más efectivos. Por ello, los creadores de estos contenidos no solo tienen que saber contar historias. También tienen que saber generar el engagement para posicionar esas historias. Como apunta el experto, es necesario "casar el arte del storytelling con la ciencia del engagement".
Y, por ello, todas y cada una de las emociones que generan los contenidos se convierten en una realidad útil para los marketeros. Las emociones, ya sean positivas o negativas, dan mucha información y permiten comprender mejor a los consumidores/receptores de contenidos y las emociones que los mueven y las que los llevan a reaccionar. No generar emociones es un problema, porque implicaría que lo que se tiene delante ha dejado frío y que ha entrado en la larga lista de lo irrelevante.
Ciertas emociones son mucho más recomendables y algunas de ellas tienen un efecto mucho mayor a la hora de lograr impacto. Según el análisis, la tristeza, el miedo o la sorpresa son emociones serias y emociones igualmente que generan un máximo impacto emocional. Cuando se generan esas emociones, el impacto del mensaje en el subconsciente es, de hecho, un 22% superior a cuando esto no ocurre.
Por otro lado, otros mecanismos ayudan a hacer que la atención se mantenga y que se desencadenen emociones. Jugar con la intriga hace que se mantenga la atención y también que el receptor se sorprenda. Aunque, como ha señalado el experto, no se puede abusar de ello y hay que saber cómo se usa.