A muchos se nos pone la carne de gallina cuando un cliente nos encomienda la misión (a veces imposible) de hacer una campaña, una aplicación o un vídeo que sea viral. Además, la viralidad tiene que ser natural, por supuesto, nada de comprar visualizaciones o contar con ayuda de Papá ‘Face Ads’. Es cierto que existen recetas, trucos, ‘consejos de la abuela’ para crear un viral, pero en muchas ocasiones tenemos que admitir que el éxito y la viralidad de una vídeo o una campaña depende de la suerte y el timing en que son lanzados.
Hace un mes decidí hacer un blog (Las demencias de la agencia) sobre el día a día de las agencias de comunicación y RRPP para compartir con mis compañeros, a modo de terapia de grupo, nuestras vivencias en la agencia. Pretendía usar el blog como una broma interna de la agencia, con una buena dosis de humor ácido. Cuál fue mi sorpresa cuando un día, al mirar por curiosidad las estadísticas del blog, descubrí que había tenido en un mes… ¡más de 60.000 visitas! Sin quererlo, había creado mi primer viral.
Esta experiencia me animó a intentar descifrar la fórmula de la viralidad (más codiciada que la fórmula de la coca-cola), y es que hay determinados componentes que pueden ayudar a lograr el máximo impacto y difusión. Si echamos un vistazo a algunos virales de 2012, vemos que un elemento común en todos ellos es que recurren al sentido del humor. A nadie le cabe duda de que los contenidos graciosos son muchísimo más viralizables que los más serios o ‘marketinianos’. La posibilidad de que un usuario termine de ver un video o una campaña en YouTube y lo comparta es directamente proporcional al número de sonrisas o carcajadas que consiga arrancar el contenido del mismo.
El segundo ingrediente que no puede faltar es la creatividad. Por favor, no volvamos a crear una app en la que puedes poner tu cara en unos muñecos que bailan o propongamos al cliente otro FlashMob para añadir a la lista interminable de bailes comunales. La gente no quiere ver una y otra vez los mismos escenarios. Y aquí es donde entra en juego otro de los ingredientes que han de contener un viral: el factor sorpresa. Y es que solemos compartir con los amigos las cosas que nos llaman la atención, que nos han sacado de nuestra ‘franja de conocimiento’.
Otro factor que suele funcionar en la difusión natural de un contenido es la frescura y la espontaneidad. El ‘vídeo casero’ suele imponerse en viralidad al vídeo más promocional o ‘falso’. Muchas veces estos vídeos caseros o espontáneos se convierten en virales fortuitos o sin quererlo (tenemos el mítico caso de ‘La he liado parda’).
Lo bueno si es breve… Asumámoslo, no tenemos tiempo (y puede que ni ganas) para estar más de 1 minuto viendo un vídeo, una campaña o descifrando el funcionamiento de una App. Hay que ser breves, concisos e ir al grano, crear un producto que podamos verlo en un segundo de asueto en nuestra actividad laboral. Lo que me lleva al siguiente consejo: una imagen vale más que mil palabras. Uno de los éxitos de mi blog es que requiere un mínimo esfuerzo y atención por parte del receptor para que provoque la risa; una sencilla frase y una imagen en movimiento son más que suficientes para hacer reír. Y ya para rematar podemos optar por lo fácil y recurrir a imágenes de gatitos, perritos o bebés graciosos, que tienen un componente viral intrínseco. En el fondo somos unos tiernos.
Un último consejo: no forzar la viralidad. ¿Cuántas veces nos hemos negado a publicar una app en nuestro muro de Facebook, aunque nos haya gustado, porque nos obligan a compartirlo con un número mínimo de amigos? Es mucho más importante que el hecho de ‘compartir’ algo con tus amigos sea natural, no bajo mandato judicial.
Si juntamos todos los ingredientes y los mezclamos en una coctelera… podremos tener un producto listo para viralizar. ¿Quién no se ha quitado el sombrero con la campaña del oso y el cazador de Tipp Ex? Viral en estado puro (algo que fijo acaba en tu muro de Facebook y en el de tus amigos), original, sorprendente y rebosante de creatividad.