
La no siempre compartida "cara B" del Marketing viral
Por Redacción - 29 Septiembre 2016
Una de las grandes obsesiones de las marcas es la de convertirse en virales. Todas quieren que sus contenidos sean virales y todas les piden a sus responsables de redes sociales y comunicación que "les hagan un viral". El viral se ha convertido en una especie de elemento casi obligatorio, de elemento soñado por todos, ya que ayuda a llegar a grandes masas de consumidores y permite conectar con un número mucho más elevado de potenciales clientes. Además, logra unas cifras de alcance y unas cuotas que van mucho más allá de lo que las marcas podrían conseguir de forma orgánica.
Sin embargo, en toda esta obsesión por convertirse en viral se pierden de vista unas cuantas cosas, cosas, por otra parte, cruciales a la hora de establecer cómo se construyen los virales y cómo logran las marcas convertirse en protagonistas de los mismos.
Uno de los principales problemas y uno de los principales fallos que comenten las marcas es el de pensar que convertirse en viral es algo abrumadoramente fácil, como demuestra, por otra parte, el hecho de que todo el mundo parezca pedir sin más que se le haga un viral.
Las compañías dan por hecho que para ser viral no hay más que quererlo y olvidan que es un proceso complejo, complicado y largo, uno en el que las marcas tienen que trabajar mucho si quieren conseguirlo. Aunque sí es cierto que algunos contenidos virales han logrado esta característica por casualidad, lo cierto es que el proceso es mucho más duro y complejo que eso y hacerse con la corona de lo viral es mucho más difícil que simplemente ponerle ganas.
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