Ya lo hemos comentado otras veces: la forma y los medios con los que pagamos y nos pagan han cambiado. Y lo seguirán haciéndo conforme la tecnología vaya incorporando nuevas herramientas y soluciones a la medida de cualquier dispositivo, o de la habilidad de innovación de empresas capaces de ofrecer productos que mejoren la experiencia del usuario e, incluso, le descubran sistemas que van más allá de sus necesidades reales en el momento de la compra.
No obstante, lo importante no estará en los medios usados (como es el caso de los dispositivos móviles y los "wearables"), ni en los sistemas de verificación de identidad (como los biométricos). Lo relevante estará en los modelos de relación que establezcan las empresas entre sí, entre ellas y los usuarios y, también, las que surjan entre los propios clientes finales.
El acto de pagar por un producto o por un servicio lo tenemos solucionado mediante diversidad de fórmulas, desde el efectivo convencional hasta las transacciones electrónicas, si bien estas últimas se han de resolver siempre desde y hacia una cuenta bancaria. Siendo las estrellas, en este ámbito, las tarjetas de crédito o de débito, físicas o virtuales.
En la actualidad, (casi) todos los sistemas de mPayments, mCommerce, mShopping y eCommerce giran en torno a lo que conocemos tradicionalmente como medios de pago; es decir, las tarjetas que tendremos que dar de alta en aquellos sistemas para poder vincular el pago de las compras que realicemos desde cualquier dispositivo o para efectuar transferencias entre usuarios.
En el párrafo anterior he usado el "(casi)" porque sólo las entidades de dinero electrónico están capacitadas para emitir y procesar dinero digital sin que el cliente deba necesariamente proveer su cuenta de fondos desde una tarjeta de crédito de otra institución financiera. Ello les proporciona una ventaja competitiva importante respecto de las entidades convencionales por dos razones: por la flexibilidad y eficiencia operativa que obtienen como resultado de prescindir de todos los actores que intervienen en el modelo de medios de pago convencional y, más relevante desde el punto de vista económico, por la nueva legislación europea que regula la importante rebaja de las tasas de intercambio (UE 2015/751) y sobre la próxima normativa de los pagos electrónicos, desarrollada para proteger a los consumidores de la ingente cantidad de empresas que se "apoderan" de los números de cuenta y de tarjeta de sus clientes para gestionar transacciones de comercio electrónico sin estar controladas por organismo regulador central alguno.
En el caso de la regulación de las tasas de intercambio (comisiones que ceden las entidades adquirientes -las propietarias del datafono- a las emisoras de las tarjetas), al fijar el 0,2% para las operaciones de débito y el 0,3% para las de crédito, se ha establecido un escenario mucho más transparente en los pagos nacionales y en los transfronterizos, y se ha favorecido la reducción de las comisiones de descuento (lo que el comercio paga por cada operación realizada en el datafono a la entidad adquiriente), pero se han estrechado los márgenes de beneficio para las entidades intervinientes.
Esta circunstancia ha de llevar a estas instituciones a dejar de pelear por los márgenes y a innovar en modelos de negocio que incorporen ventajas competitivas centradas en la explotación de sus bases de datos, relativos al comportamiento de consumo de los usuarios, para generar servicios personalizados y de valor añadido para los comercios y para los clientes finales, en los que prime la mejora de la experiencia de compra y de la confianza en los métodos usados.
Las tendencias que se avecinan en los medios de pago no serán una evolución de lo que ya conocemos, sino que serán disruptivas haciendo que lo menos importante de la compra sea precisamente el pago. Para ello, mejorarán los sistemas para hacer desaparecer las posibilidades de fraude, el control de las operaciones estará en el consumidor mediante el acceso en tiempo real a la información de compra en su propio dispositivo móvil (sean cargos a débito, débito diferido o crédito) para anticipar las consecuencias sobre su dinero disponible, se simplificará el ecosistema de pagos de manera que los agentes que intervengan se reduzcan al máximo y los comercios, sobre todo los pequeños y los de retail, dejarán de ser intermediarios en la transacción de pago para convertirse en protagonistas ofreciendo la opción de desembolso que mejor se adapte a cada cliente, en cada momento.
Los reguladores centrales están dando pasos para que el espacio europeo de pagos sea cada vez más claro y beneficioso para los usuarios, algo que las entidades financieras deberían aprovechar no para reordenar la cartera de tarjetas y enredarse en complejos modelos de cobro de comisiones, sino para invertir y anticiparse a aquellas tendencias. Si no lo hacen, quedarán en desventaja respecto de las entidades de dinero electrónico y de las tecnológicas (FinTech), algo que éstas agradecerán. Y los consumidores también.