Por Redacción - 23 Junio 2020
Jameela Jamil se ha hecho bastante famosa para un grupo de espectadores por su papel en la serie de culto The Good Place. Para otro grupo importante, que a veces se solapa con el primero, lo es por sus acciones como azote de las influencers. Jamil ha sido viral en varias ocasiones por sus respuestas a los posts que publican en Instagram famosas y 100% influencers populares de la red social promocionando productos milagro para adelgazar. Muchos de esos productos son peligrosos laxantes y Jamil alerta del peligro que pueden tener para las adolescentes que se dejan atrapar por su reclamo publicitario.
Sus acciones de presión y la popularidad que alcazaron llegaron incluso a empujar a Instagram a cambiar las reglas de uso de la red social: para anunciar productos de dieta y operaciones de estética, los influencers deben ahora limitar que esos mensajes solo lleguen a mayores de 18 años.
Las acciones de Jamil fueron evidenciando cómo la red social se había convertido en una pasarela para anunciar y vender productos dudosos, pero también para evidenciar cómo los influencers se habían convertido en un embajadores de prácticamente cualquier cosa si con ello lograban captar ingresos.
Por supuesto, no todos los influencers lo hacen, aunque sí los suficientes como para desvirtuar lo que en esencia se esperaba del marketing con influencers. Cuando la herramienta empezó a ganar tracción y a convertirse en un elemento al alza en la estrategia de social media marketing, lo hizo porque no solo lograba más engagement y visibilidad que los contenidos de marca sino también porque los influencers vendían productos concretos a públicos afines.
Esto es, eran expertos en un área y habían generado un público muy interesado en ciertos nichos en los que los consideraban expertos. Vender cualquier producto para hacer caja no solo daña la reputación del influencer que se posiciona con estas acciones, sino que también lo hace con el resto de marcas que han participado en las publicaciones de ese influencer de turno.
Las malas prácticas de los influencers no se limitan a vender laxantes - que como evidenciaba en sus acciones Jamil no habían bebido antes de hacerse la foto estupenda que luego publicaban - sino que tocan muchos más palos.
Otra de esas actividades cuestionables es la de posicionar el dropshipping. Influencers de Instagram y youtubers, todos ellos con cierto nicho, promueven cursos de dropshipping prometiendo a sus seguidores una vía rápida y fácil para ganar ingresos. La práctica consiste en vender online productos de terceros, aunque dejando en sus manos la gestión de las cosas. El vendedor se crea una tienda online con cierto catálogo, aunque en realidad no tiene nada de ello. Los productos se compran en Aliexpress y plataformas similares, aunque poniendo el nombre del comprador en el proceso de compra para que la plataforma se encargue de hacer el seguimiento.
El problema es que para muchos consumidores, muchas de estas prácticas son consideradas estafas, a través de las cuales, los vendedores intermediarios, se aprovechan del poco conocimiento de las compras online de muchas personas, para promocionar y vender productos que casi siempre, triplican el precio medio de venta que se puede llegar pagar por dichos productos en diferentes stores o plataformas de eCommerce en internet. En realidad, lo poco ético de este modelo de negocio, es promocionar dichos productos otorgándoles de un valor, calidad y exclusividad que no corresponden con la realidad, ya que casi siempre, se trata de productos de bajo perfil o productos de marcas que intentan imitiar a otros productos pero que se pueden adquirir a bajos precios en múltiples tiendas online.
De hecho, hacen tan solo unos días, un completo video bajo el título "Así engañan Salva, TheShooterCoC y Logan G a su comunidad", y que ya ha sido eliminado de youtube, daba todo tipo de detalles de como estos influencers utilizaban este tipo de prácticas para promocionar y vender productos a través de sus videos y diferentes webs, con un valor o a precios cuestionables y peores garantías, dado que en realidad casi siempre podrían ser adquiridos por menos de la mitad en sitios web como Aliexpress.
En otros casos, como explicaban en un reportaje de hace unos meses en El Confidencial, muchos influencers que han abordado el "dropshipping" como tema de moda y nuevo modelo de negocio, realmente no hacen caja exactamente con este prácticas, sino que realmente detrás de todo ello, el objetivo es ofrecer y vender cursos con costes elevados que sirven para que sus seguidores conozcan los secretos del éxito del dropshipping.
Sin embargo, una vez que han comprado el curso descubren que, primero, no es tan completo como pensaban y que, segundo, no es una varita mágica para hacerse rico. Nadie les explica la cara B (devoluciones y pérdidas de dinero) ni tampoco, como alertaba el Kontsumobide-Instituto Vasco de Consumo en una columna, las obligaciones legales que deben asumir para operar una de esas tiendas online.