Por Redacción - 9 Julio 2018
Hace unos años, la periodista Kate Bolick detectó una pauta en los datos del censo estadounidense que le llamó la atención. Cada vez eran más las mujeres que no solo no decidían casarse, sino que además se decidían a vivir solas.
La pauta mostraba un auge de esta tendencia y podía leerse en un contexto más amplio, el de un cambio demográfico (que Europa ya había empezado un poco antes) en el que los ciudadanos se casaban menos, vivían de formas más variadas (el hogar clásico ya no era necesariamente el formado por una pareja de padres y sus dos hijos) y en el que las decisiones vitales se ajustaban mucho menos a lo que se esperaba que se hiciese, a lo que tradicionalmente se habían convertido en los pasos tradicionales que había que dar para llegar a la vida adulta y para cruzarla con éxito.
Bolick usó esos datos como punto de partida para un ensayo, Solterona, en el que reivindicaba el término y lo ponía en valor. Pero los datos no eran solo una cuestión interesante en términos de feminismo, sociología o demografía, sino también un elemento al que las marcas y las empresas tenían que prestar mucha atención. El mercado estaba cambiando y cada vez era más habitual cruzarse con consumidores que formaban una familia de uno.
La tendencia está además en un momento de auge de crecimiento, como acaba de demostrar la última estadística europea sobre la cuestión. "La última estadística sobre el tamaño de los hogares en la Unión Europea muestra que en 2017 cerca de un tercio de los hogares en la UE estaba formado por un adulto soltero sin hijos", explican en la presentación de datos.
Aunque las cifras varían entre el algo menos de 20% de Malta (el país en el que menos solteros viven solos) y el 51% de Suecia (en el que más ocurre esto), la pauta muestra una tendencia emergente. En 2010, el porcentaje de hogares que entraba dentro de este perfil era el 31%. En 2017 ya eran el 34%. En algunos países, como Letonia, la cantidad de hogares compuestos por un adulto solo creció en 10 puntos porcentuales. En España, la cantidad de estos hogares ya está más o menos por encima del 25%.
En todo el mundo, los hogares de una sola persona son ya el 15% de todos. En 25 países desarrollados, como Japón, Alemania, Finlandia o Estonia, ya hay más hogares formados por una sola persona que por la tradicional pareja con sus dos hijos. Como explican en el análisis de esos datos, el desarrollo económico, la creciente riqueza, la mejora de los estándares de vida y el cambio en la situación de las mujeres (que han logrado en el siglo XX el acceso a la educación y al trabajo y a las decisiones relacionadas con su estilo de vida) ha potenciado el crecimiento de este tipo de hogares y también que los ciudadanos vivan más tiempo de esta manera. Vivir solo se ha convertido en una etapa más de la vida y también ha dejado de ser identificado como algo solitario. Vivir solo ya no se lee como estar solo.
Por tanto, no solo hay cada vez más personas que viven solas, sino también hay cada vez más personas que toman decisiones de consumo a partir de este dato. El mercado de los productos para uno es cada vez mayor y es un filón cada vez más amplio para las empresas.
Y quizás las propias empresas ya nos han ido dando pistas a lo largo de los últimos años de hacia dónde iban las cosas y cómo eso estaba modificando el modo en el que los productos se lanzaban al mercado.
En el mercado inmobiliario, los estudios y los pisos con pocas habitaciones, cuando no solo una, son cada vez más fáciles de encontrar entre la oferta de venta y entre los planes de construcción de edificios nuevos. No son, eso sí, los más simples de localizar cuando se está intentando alquilar dónde vivir. En las inmobiliarias, suelen señalar que esos pisos se alquilan muy rápido y también que el equilibrio entre oferta y demanda no está ajustado a las necesidades del inquilino. Quien haya alquilado alguno de esos pisos ya sabrá que se suelen cotizar casi en pagos en sangre de unicornio.
Otro gran ejemplo de cómo están cambiando las cosas y cómo son cada vez más conscientes las empresas del emergente mercado de las personas que viven solas son los supermercados. Algo más de una década atrás, si se iba a comprar a una gran superficie como un hipermercado era casi imposible comprar cantidades pequeñas. Todos los productos eran para familias. Las bandejas de carne, por ejemplo, ofrecían siempre cantidades abrumadoras de producto y resultaba casi imposible encontrar una que ofreciese menos volumen. Ahora, sin embargo, eso no resulta tan complicado y en algunos supermercados lo difícil es hasta encontrar bandejas con cantidades masivas.
Las marcas tendrán que prestarles todavía más atención en el futuro. Un estudio de Euromonitor ya apuntaba (en 2007) que los hogares de un solo miembro se iban a convertir en el grupo más importante de consumidores en el futuro inmediato. No se trataba solo de que cada vez fueran más, sino también de cómo estaban cambiando los hábitos de consumo y los estilos de vida.
Una parte muy importante de estos consumidores que viven solos son profesionales jóvenes, que tienen dinero y que quieren gastarlo. Además, apuntaban, es un mercado que gasta mucho dinero en ciertos sectores, como es el del entretenimiento, y que exige ciertos tipos de productos, como demuestra el que sea quienes impulsen el mercado de lo saludable. Otros estudios muestran que son consumidores no solo early adopters, sino también intensos de moda o viajes.