Por Redacción - 9 Abril 2020
En los primeros días de compras marcadas por la pandemia del coronavirus, cuando no se había decretado el estado de alarma ni tampoco el cierre de comercios no esenciales (en una comunidad que lo hizo un día antes), los pasillos mostraban una tendencia a compras que se podía decir de supervivencia.
El supermercado de la esquina había agotado el papel higiénico - una clásica compra de pánico, según los expertos - pero también los huevos y muchas marcas de pasta. En el supermercado de enfrente lo que escaseaba era la leche, pero porque, como explicaba una cajera con un legítimo enfado, los clientes no daban margen a reponer los productos.
Una semana después, y con ya el estado de alarma activado y la población confinada en casa, en el primero de esos supermercados ya empezaban a haber papel higiénico. Lo que había era un hueco gigante donde se acumulan habitualmente las cervezas de Estrella Galicia. También había desaparecido la harina, posiblemente porque de pronto todo el mundo parecía estar horneando pan y bizcochos. En uno de mis grupos de WhatsApp alguien comentaba esos mismos días que había comprado botellines de sidra y otra persona que iba a comprar aceitunas en su próxima escapada al supermercado.
Ninguno de estos productos son, en realidad, de primera necesidad, pero son los que se han encumbrado en las primeras posiciones de las listas de la compra a medida que avanzaba el tiempo del confinamiento. Tras las primeras compras de pánico, muy de fondo de despensa (la gente compraba muchísima pasta y muchísimas legumbres) llegaron otro tipo de productos.
Aunque la industria de la cerveza ya ha dejado claro que el crecimiento en el supermercado no les compensa las pérdidas en bares y hostelería, durante la crisis las ventas han subido en supermercados en un 20%. "Nos congratula comprobar lo que la cerveza representa para los españoles, que tanto echan de menos esos momentos de encuentro asociados a nuestro estilo de vida, tan social y de relaciones, en los que nuestro producto juega un papel relevante", apunta Jacobo Olalla, director general de Cerveceros de España.
Los datos de la consultora Gelt, sin embargo, hablan de un crecimiento de las ventas de un 77,65% en supermercados. También subieron brutalmente las aceitunas (93.82%), el helado (76,19%), las anchoas (60%) o el chocolate (79,04%). Las patatas fritas lo hicieron en un 87,13%. Curiosamente, en unos cuantos supermercados de Vigo, la marca Bonilla a la Vista (un clásico en el mercado gallego) estaba totalmente agotada. El vino, como le explican desde la industria a El País, está "haciendo números de Navidad".
La pauta no es única a España. Aunque los productos cambian, la esencia detrás de esta situación es la misma. En China, por ejemplo, crecieron las ventas de helados, como apuntan desde Kantar, y en Estados Unidos lo están haciendo los snacks y las sopas enlatadas. Campbell, que se enfrentaba a una crisis de consumo en los últimos años por los cambios de hábitos, ha tenido que aumentar la producción, como indican en The New York Times.
Pero ¿por qué se han asentado estos productos en la lista de la compra y por qué los consumidores se han lanzado a hacerse con elementos tan poco importantes y muchas veces poco saludables? En la respuesta a esta pregunta hay que mencionar muchos factores. Está la nostalgia, la idea de comfort food, el premio y la migración de las costumbres a un nuevo entorno.
De entrada, como explican los especialistas en psicología a El País, los consumidores usan este tipo de productos como premio, como recompensa. Es un mecanismo de resiliencia. Además, este tipo de productos, azucarados y con grasas, son el tipo de nutriente que el cerebro reclama en momentos de estrés. El chocolate es un refugio recurrente en los momentos de ansiedad. Y, por supuesto, el vino, la cerveza y las patatas fritas son un elemento habitual en nuestros procesos de socialización, al menos en España, que se han mudado a puertas adentro durante estos días.
Para continuar, muchos de estos productos entran dentro de lo que se conoce en inglés como comfort food, comida a la que le damos un valor sentimental y que hace que nos sintamos en cierto modo reconfortados. Pueden ser los macarrones con chorizo que hacía tu madre, por ejemplo, que te recuerdan a tu infancia y que te reconfortan. En Estados Unidos, como señalan en el Times, es lo que ha impulsado la venta de productos como la sopa enlatada y los precocinados de pasta.
También lo que ha hecho que se vendan bolsas de Doritos y de Cheetos de forma más amplia. Sus compradores se hacen con ellos porque les recuerdan a la infancia, lo que añade el toque de nostalgia. De hecho, los consumidores están abandonando sus hábitos más saludables para comprar comida basura, porque conecta con sus recuerdos de hace años y hace que se sientan mucho mejor.