Por Redacción - 9 Septiembre 2021
Puede que hasta 2010 - año arriba año bajo - el color rosa estuviese un tanto maldito. Era un color de ultranicho. Era el color girlie, considerado al mismo tiempo como muy femenino y muy ñoño, lo que podría servir como punto de partida para un análisis sobre sexismo y clichés de género. Sea como sea, por aquellas fechas, el rosa era un color tanto maldito para los marketeros, al menos que quisiesen sacar productos destinados a un nicho concreto. El rosa era el color para vender juguetes de princesas a las niñas, o al menos eso habían interiorizado los marketeros, pero no algo serio a una mujer adulta.
Eso cambió, lo que no es nada nuevo: el color rosa tiene una larga historia de reinvenciones, que han hecho que cambie una y otra vez sus significados y también su papel en las modas y tendencias. En aquellos años, la reinvención del rosa venía marcada por los millennials. Se había acuñado una gama de rosas que arrasaba con esa generación. Era el llamado millennial pink, el rosa millennial, que se convirtió en un color omnipresente y con el que intentaban vender de todo.
"Los millennials lo tratan como si fuese un nuevo color", decía hace unos años Leatrice Eiseman, directora ejecutiva en el Pantone Color Institute, dejando claro que no lo era. El tono, explicaba, funcionaba porque "es suave sin ser super femenino" y porque "su fluidez es la que le da un nuevo significado".
El millennial pink se convirtió en "un sueño marketero", como señala un análisis de Ogilvy de aquellas fechas, y el color dominó tanto 2016 como 2017. Aunque otros colores se han posicionado como icónicos y generacionales - pasó con un amarillo y la Generación Z - el rosa millennial nunca ha desaparecido del todo. De hecho, ha llevado a un revival del poder del rosa y a su presencia general.
El color rosa está en todas partes y no parece que vaya a desaparecer. De hecho, su presencia en comidas en los últimos años ha ido en aumento, como señala un análisis de Mintel.
Hay ginebras rosas, chocolate rosa (el chocolate ruby) y hasta tartas que cuando las cortas son rosas. El boom del vino rosado quizás no se explicaría del todo sin conectarlo con esta ubicuidad del color rosa.
¿Por qué la comida y la bebida rosa ha ido aumentando su presencia a lo largo del tiempo? ¿Y por qué el rosa no se ha eclipsado al mismo tiempo que los millennials crecían? La clave está en la influencia cultural de los millennials primero y en el poder del rosa en el diseño de producto después. El rosa se ha mantenido por la sencilla razón de que hace que todos esos productos sean brutalmente instangramables.
Como explican desde Mintel, de 2016 a esta parte, se han sucedido tendencias y productos concretos en bebidas y comidas de colores llamativo (solo hay que pensar en el frapuccino unicornio de Starbucks). Estas tendencias están conectadas con la misma base: los consumidores millennial y los Z quieren productos que les permitan crear imágenes visualmente atractivas.
Quieren comer y beber aquello que quedará bien en la foto de Instagram. Y por eso el color rosa nunca se ha ido del diseño, porque asegura algo visualmente atractivo.
Su poder es tal que ha impulsado hasta tendencias en comida saludable (como el crecimiento de la granada o de la remolacha como base para productos), porque el resultado final es colorista y atractivo. Un brécol seguro que es tan sano, pero no es tan bonito.