En algunas ciudades, entre las cosas que se deben ver del pasado de la localidad, han empezado a incluir murales hechos con azulejos y aire retro. Lo han hecho en Vigo, por ejemplo, donde en una de las arterias principales de la ciudad se puede encontrar un mural hecho de azulejos y protegido.Y si alguien va a Estocolmo, no puede perderse la publicidad de una pasta de dientes, un cartel centenario que fue el primer anuncio de esas características de la ciudad y que es parada obligada para los visitantes.Eso por no hablar de las ciudades en las que las concentraciones de vallas publicitarias se han convertido en uno de sus reclamos: sucede en Times Square en Nueva York o en Piccadilly Circus en Londres.
La historia de las vallas publicitarias se remonta a finales del siglo XVIII, cuando se inventó la litografía, la tecnología que las haría posibles y sobre todo que haría que los carteles publicitarios fuesen capaces de sobrevivir a las inclemencias del tiempo.Aunque el uso de dibujos o elementos exteriores se usaron desde los antiguos egipcios y los romanos (los romanos hacían dibujos publicitarios y pegaban carteles, como demuestran las ruinas de Pompeya), la valla publicitaria tal como la conocemos (inmensa, exterior, sobreviviendo a la lluvia y al calor) es más reciente.
Durante el siglo XIX se hicieron ciertos avances en el uso de la cartelería con intenciones publicitarias, desde los carteles de gran tamaño que se hicieron para un circo en Estados Unidos en los años 30 (y que se consideran de las primeras vallas publicitarias) hasta la aparición de un lobby en ese mismo país para que se permitiese el uso de las vallas publicitarias.
Pero la primera gran valla publicitaria, la que marcaría un antes y un después en la industria, no aparecería hasta 1889, cuando fue usada durante la Exposición Universal de París. París ya había visto cómo sus calles se habían ido llenando de carteles publicitarios de menor tamaño, ya que el proceso de remodelación de la ciudad (durante las décadas de los 50 a 70 tiraron las calles del viejo París para crear la ciudad de inmensas avenidas que es hoy) había dejado muros y paredes en las que pegar cartelería publicitaria.
Las vallas no solo no han muerto como soporte publicitario sino que además han acabado por convertirse en elementos queridos de los consumidores, parte de su cultura popular. No hay más que pensar en las protestas que levantó el hecho de que Apple eliminase del edificio en el que se instaló en la Puerta del Sol de Madrid el cartel de Tío Pepe.