
Por Redacción - 27 Septiembre 2017
Hay una canción, que estuvo muy de moda hace unos años y que se acabó colando en muchos anuncios, en la que la letra repetía que ojalá pudiesen ser como los chicos cool. Y ese es el pensamiento recurrente de las marcas y de las empresas. Ellos también quieren ser los chicos cool del mercado, los que molan y los que todo el mundo quiere copiar (y tener). Las marcas no quieren ser del montón, sino las que marcan las tendencias y las que funcionan como los adelantados del mercado. Quieren ser cool (y punto).
Pero ser cool no es un concepto estable, por así decirlo. No es algo que se mantenga de forma incuestionable a lo largo del tiempo. No hay más que mirar las personalidades de los famosos y de quienes eran considerados los más de su momento para ver cómo han ido cambiando las cosas. Como apuntan en un análisis en FastCompany, en los años 90 el famoso más influyente y más guay era la figura del rock and roll prick, el capullo de rock and roll, ese cantante de rock malhumorado que siempre decía cosas ofensivas en cuanto tenía un micrófono en la mano. También era el momento del cuestionable heroin chic. Entre 20 y 30 años después, los 90 han empezado a ponerse de moda nuevamente, aunque esas figuras y esos ideales de lo cool no han vuelto con ellos. El mundo ha cambiado y las dos ideas nos parecen ahora simplemente horrendas.
La idea de lo que es cool ha sido modificada y lo que hay que hacer para estar en la onda lo ha hecho con ella. Y esto es una cuestión que las empresas y las marcas tienen que tener en cuenta uan y otra vez, porque en esa lucha por ser cool, por ser deseable, por marcas las pautas, no pueden correr el riesgo de quedarse atrás y de dejar que las cosas se queden obsoletas.
De hecho, tienen que ser capaces de comprender cuál es la tendencia del momento y, sobre todo, como tienen que presentarse y presentarla para poder conectar con los consumidores.
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