Por Redacción - 24 Marzo 2022
Si hay una lección que todo el mundo ha acabado aprendiendo en internet es que no hay nada que funcione mejor en la red que un gato. En redes sociales, los gatos son casi una garantía de lo viral y una pasarela para un elevado engagement.
Esta pasión por las mascotas es algo que las marcas tienen muy presente y en lo que trabajan cuando hacen social media marketing y marketing en general. Los gatos se cuelan en muchos mensajes y funcionan como un gancho incuestionable. Aunque su popularidad online no es tan abrumadora como la de los gatos, los perros también son un gancho atrayente. Perros y gatos son casi invulnerables a la hora de transmitir mensajes optimistas y positivos.
Por ello, tampoco sorprende que, además de colarse en posts en Instagram o en tuits, estas mascotas tengan también papeles protagonistas en toda clase de anuncios. Pero ¿cómo reciben los consumidores esas campañas publicitarias? ¿Logra poner un perro o un gato en tu anuncio mejorar la percepción de la marca o cambiar cómo se reacciona ante los productos anunciados? ¿Puede hacer un perro que el consumidor gaste más?
Un estudio reciente elaborado por expertos de las universidades Massachusetts Lowell, de South Carolina, y Hong Kong Polytechnic han analizado cómo responden los consumidores ante los anuncios protagonizados por perros y gatos y las decisiones de consumo que generan. Lo interesante es que, aunque mucha gente tiene mascotas y los perros y los gatos son los animales de compañía más habituales, su influencia va más allá de los anuncios de productos para mascotas o de los consumidores que tiene mascotas.
La investigación ha señalado que ver un perro o un gato en los anuncios cambia cómo se percibe a la marca y cómo se conecta el producto que vende. "Estos efectos ocurren porque las experiencias de exposición a mascotas les recuerdan a los consumidores los temperamentos y comportamientos estereotípicos de esas especies de animales", explica a Phys Lei Jia, una de las investigadoras detrás del estudio.
Así, un anuncio en el que aparece un perro hace que los consumidores se centren más en las promociones y que sean más abiertos al riesgo cuando toman decisiones de compra. Si aparece un gato, la respuesta es diferente. Los consumidores tienen un comportamiento más de prevención y son más reticentes al riesgo. Incluso, cambia el tipo de mensajes que se prefieren en los anuncios.
Con un perro se prefieren mensajes centrados en promociones y con llamadas de atención que se apelan al afán, a la impaciencia, mientras que un gato hace que triunfen los claims sobre prevención y vigilancia.
Todo ello hace que sumar a una mascota en el anuncio no sea lo único que se debe hacer. También debe pensarse qué perfil se quiere vender y qué animal funciona. Como reclamo de un seguro es mejor un gato y para vender coches deportivos un perro, por ejemplo.
Y, además, ese anuncio debe reforzar las imágenes estereotípicas que vinculamos de forma inconsciente a esas mascotas. "Los marketeros deben asegurarse de que los temperamentos estereotípicos de las mascotas estén destacados en el mensaje", asegura Yuwei Jiang, otra de las autoras de la investigación, para así lograr los objetivos.
Pero, incluso, los investigadores van más allá y señalan que los datos - basados en una muestra de consumidores estadounidenses - crean también un perfil diferenciar de consumidores según si se tiene mascota y esa es un perro o un gato. Los consumidores con perro tienden a estar más interesados en las promociones y los que tienen gatos en los mensajes que venden prevención.