Artículo Aplicaciones móviles

¿Ha acabado ya la edad dorada de las aplicaciones móviles para los negocios?

Las aplicaciones móviles de marcas y empresas han vivido un cierto momento de esplendor y luego un momento de absoluto hastío

Por Redacción - 27 Febrero 2017

Hace unos años, una de las cuestiones que se daban por sentadas cuando se estaba haciendo estrategia de posicionamiento en internet era la de que, se hiciese lo que se hiciese, había que meter una app en medio. Las aplicaciones móviles resultaban un elemento crucial, uno que se metía fuese como fuese en las previsiones y en las acciones que realizaban las marcas. Las apps estaban de moda y, se hiciese lo que se hiciera, las marcas y las empresas tenían que tener una.

Se vivió por tanto un cierto frenesí por las apps, un cierto entusiasmo desmedido por ellas y, sobre todo, una situación de las que se podrían llamar "de quemar etapas". Dado que las apps estaban de moda y dado que todo el mundo parecía tener una, había que simplemente crear una app, fuese como fuese y del modo que fuera. Esto hizo que muchas de esas marcas y empresas que estaban lanzando apps lo hiciesen sin que realmente hubiese una estrategia detrás de ellas y sin tener realmente muy claro qué es lo que esperaban de ellas. Simplemente lanzaban una app por tener la app que se esperaba que tuviesen en medio del boom de las mismas.

Y, por ello, las aplicaciones móviles de marcas y empresas han vivido un cierto momento de esplendor (ese momento en el que todo el mundo estaba dispuesto a descargarse una app) y luego un momento de absoluto hastío (cuando los usuarios se dieron cuenta de que esas apps no aportaban mucho y cuando, además, su propio uso de las aplicaciones se fue normalizando). A día de hoy, para marcas y empresas tener una app móvil no implica, necesariamente, que el consumidor esté decidido a usarla en algún momento.

Cada vez se están descargando menos apps y usando menos

Es que, además, los usuarios son cada vez más reticentes a descargarse, en general, una app. A menos que esta tenga un claro uso y un claro valor, los consumidores directamente pasan de hacerse con ella y de llenar con ella memoria dentro del móvil. De hecho, y como demuestran los estudios, cada vez se están descargando menos apps y usando menos apps (no significa que se dedique menos tiempo a las apps: simplemente ciertas apps se llevan todo el tiempo de los usuarios móviles).

Las cifras

El último estudio llega desde Estados Unidos con datos de Comscore, donde prácticamente la mitad de los usuarios de smartphones descarga una media de cero apps al mes. Es decir, no descarga ni una sola nueva app cada mes. Pero no solo esta cifra es impresionante, sino que cuando se ve cuál es el porcentaje siguiente más elevado (es decir, cuál es el porcentaje de usuarios más elevado que sí descarga apps tras ese 49% que no descarga nada) tampoco se ven mejores cosas. El siguiente número más destacado es el grupo del 13% de los usuarios que descarga únicamente una aplicación al mes.

La media de descarga por persona durante el período es de 3,5 apps al mes, aunque esta media gana mucho gracias a un número de "superusuarios" que son los que descargan la mayoría de las apps. De hecho, al final, la mayoría de las apps son descargadas por un 13% del total de consumidores.

Lo que esto supone para las marcas

Todo esto tiene que dejarle claro a las marcas unas cuantas cosas. La primera es que una app no va a solucionar nada por ella sola. Es decir, una aplicación móvil no será la panacea que logre solventar los problemas que la marca o la empresa pueda tener en posicionamiento móvil. La segunda es que conseguir que los usuarios accedan realmente a la app es muy complicado. Conseguir que la descarguen no será fácil pero, incluso cuando esto ocurra, lograr que la empleen tampoco lo será.

Y es que el tercer punto que las firmas deben tener claro es que los usuarios móviles tienen ya sus hábitos y sus aplicaciones favoritas, que usan de forma reiterativa, y que entrar en esa dinámica no será sencillo. Para hacerlo hay que realmente ofrecer algo relevante a cambio, algo que suponga realmente valor añadido.

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