Por Redacción - 4 Enero 2018

"No es lo que es legal. Es lo que es inquietante". La declaración es de un directivo de la industria publicitaria y que es una de las voces que participa en uno de los últimos reportajes de The New York Times sobre la cuestión. Sus palabras son especialmente destacables porque, al final, esa es la lección que tienen que extraer muchas veces las marcas y empresas, pero también los responsables de publicidad y los gestores de anuncios.

Lo importante no es solo lo que se puede hacer porque la ley lo permite o porque no lo impide de forma clara. Lo importante está, también, en el no cruzar las fronteras y no entrar en esas zonas grises de lo que hará que a los consumidores la acción de las compañías les resulte invasiva, molesta y decididamente inquietante.

Y ahí es donde entra la última cuestión que se está posicionando como la herramienta potencial para conectar con las audiencias y para descubrir qué es lo que les interesa y sobre todo lo que deberían ver como publicidad. Los anuncios ahora se pueden servir después de escuchar lo que los consumidores han consumido como contenidos.

En cierto modo, la cuestión no es muy diferente a lo que se ha estado haciendo en internet en los últimos tiempos. Las cookies, una parte básica de la red y de la experiencia publicitaria, acompañan a los consumidores en sus procesos de navegación. Las cookies permiten, por tanto, saber qué has visto, qué has leído y qué te interesa y servir por tanto publicidad ajustada a ello. El mejor ejemplo está en aquel contenido que miraste hace ya algún tiempo pero cuyos anuncios te persiguen como una especie de maldición bíblica por la red cada vez que te conectas.

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